La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Principales imágenes simbólicas de la Capilla Sixtina

 

LA PA­LOMA: El Pseudo Hugo de San Víctor la encuentra citada hasta tres veces dentro de contextos muy significativos: en el salmo 68 [Vulg. 67], al final del Diluvio, y en el Bautis­mo de Cristo. En los frescos de la Capilla Sixtina descu­brimos una paloma blanca sobre el arca en el fresco del Diluvio universal de Miguel Ángel, y de forma parecida, aunque muy pequeña y con las alas desplegadas, en el fresco de Perugino que representa el Bautismo de Cristo. Pero respecto a los frescos de la Sixtina, la más importan­te es la tercera, la del salmo 68 (67), que el Pseudo Hugo de San Víctor describe e interpreta minuciosamente.

En el texto de la Vulgata, el versículo 14 del salmo 67 se traduce de la siguiente manera: «Si dormiatis inter medios cleros, pennae columbae deargentetae et posteriora dorsi eius in pallore auri» («Mientras vosotros dormís entre los miembros del clero, brillan como la plata las plumas de las alas de la paloma y las del dorso tienen reflejos de oro», Sal 68 [Vulg. 67], 14). Nuestro teólogo dice que la paloma con las plumas de plata es la Iglesia, pero que también puede significar el alma de cada creyente. La plata alude a la pre­dicación, y el oro, al premio final en el cielo.

La paloma tiene las patas rojas debido a la sangre de los mártires; sus alas, según el teólogo ha observado en la na­turaleza, son azules y blancas: el azul es el color del alma, que durante la contemplación imita los colores del cielo y asume su forma, y se vuelve blanca en la claridad de la pu­reza cuando se eleva al cielo en la contemplación. El co­lor del resto del cuerpo de la paloma imita el del mar agitado; en efecto, es gris como el hombre que se deja lle­var por su lascivia.

El verde expresa la esperanza en el futuro.

LA MU­JER VESTIDA DE AZUL Y BLANCO es imagen de la Iglesia como es­posa. La Iglesia como esposa es el gran tema de la ornamentación iconográfica de la Ca­pilla Sixtina, al que sin embargo se le ha concedido esca­so relieve. Por ejemplo, la esposa vestida de oro y plata, a la que mira el desnudo Leví, está embarazada, y a ella se corresponde, en la pared contraria ocupada por el fresco de Cosimo Rosselli, la fi­gura de María a los pies de la cruz, pintada muy pequeña pero indudablemente encinta.

EL HALCÓN: (que muchas veces se confunde con el azor o el gavilán) es símbolo de la nobleza. Se distinguen dos especies de halcones: los domesticados y los que viven en estado libre.

El halcón salvaje suele cazar las aves de corral, mientras que el halcón domesticado caza las aves que viven en estado salvaje. Este último es la figura del padre espiritual, que con frecuencia captura las aves sal­vajes, es decir, induce a los hombres de mundo a que se conviertan y mata a los prisioneros, es decir, les empuja a morir al mundo a través de la mortificación de la carne.

LA PERDIZ: representa al diablo; en efecto, roba los huevos de las otras perdices para empollarlos ella, pero si los polluelos, una vez salidos del huevo, oyen la voz de la perdiz madre, abandonan a su falsa madre y regresan al lado de la verdadera. Aunque: «…pero la perdiz, cuyos huevos ataca el diablo, significa sin la menor duda la Iglesia». Cuando aquel que está sojuzgado por el diablo escucha la voz de la predicación, vuelve al lado de su madre, la Iglesia.

En el fresco de Cosimo Rosselli, la perdiz es un ave engañadora, o sea el diablo, sobre el cual se precipita el halcón bueno para que no pueda seguir lle­vando a cabo su obra infame de robar los huevos.

LAS GRULLAS, que vuelan muy alto y una detrás de otra, representan a los hombres que viven de acuerdo con una regla.

LA GOLON­DRINA anuncia la primavera, no se deja cazar por ningún de­predador y se alimenta mientras vuela; representa a quien está arrepentido, que busca siempre la primavera y actúa con discernimiento y moderación.

LA ABUBILLA, que se encuentra a gusto en los excrementos, es la auténtica ave del pecado, de la murmuración contra Dios: suele lamentarse con frecuencia, por­que la tristeza del mundo conduce a la muerte espiritual.

EL JILGUERO: en la época en que se pintaron los frescos este pájaro solía relacionarse con la pasión de Cristo, ya que, además de alimentarse de cardos, canta muy bien, y la mancha roja en la base de su pico se interpreta como una referencia a la sangre vertida por Cristo duran­te su pasión.

circuncision13EL CAMELLO/DROMEDARIO: El camello puede sobrevivir varios días sin tomar alimento o bebida alguna, por esto suele interpretarse como un símbolo de sobriedad y de templanza. Es la montura que ayuda a cruzar el desierto, gracias al cual se puede encontrar el centro escondido, que es la Esencia Divina. Los Reyes magos llegan en camello a adorar al niño. San Agustín relaciona esta montura con el dromedario (del griego dromos, que significa «veloz»), mientras que Honorio de Autun establece una relación fonética entre los camellos y los camilos, que son los servidores de los reyes y de los altares.

EL COLOR AMARILLO AZAFRÁN de los ojos de la paloma expresa un discernimiento espiritual atento y sensato. Pedro lleva, en todos los paneles, el man­to amarillo del discernimiento espiritual sensato y prensor. La Sibila Délfica también se encuentra envuelta en un manto de este color.

LA FAJA BLANCA es símbolo de la castidad.

LA PALMERA es señal de victoria en el combate soste­nido entre el espíritu y la carne. La palmera crece en al­titud y su copa parece entrar en el cielo, dice el Pseudo Hugo de San Víctor en De bestiis et aliis rebus, porque, además de la cabeza, también están los cabellos, o sea los brotes más altos de las palmeras, figura de las almas elegi­das.

EL CEDRO DEL LÍBANO, símbolo de la incorruptibilidad porque según los antiguos, su madera no se pudre.

EL CIPRÉS: encarna a los apóstoles, los már­tires y los hombres que sobresalen por su virtud o bien a los que destacan por su elocuencia, como se lee en la Sylva Allegoriarum.

LOS CHO­POS Y SAUCES de troncos esbeltos y ramas espesas simbolizan, como dice Orígenes en su Homilía IX relativa al Libro del Éxodo, «que tanto por su fuerza como por su nombre son vástagos de la casti­dad».

La concordancia de los colores, con sus múltiples motivos, figurando en primer lugar el de las relaciones esponsalicias existentes entre Cristo y la Iglesia, ya era ciertamente conocida por Miguel Ángel, o en todo caso se le dio a co­nocer cuando en 1508, por encargo del papa Julio II, se dispuso a decorar la bóveda de la Sixtina.

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