La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Esther y Mardoqueo

Est 7, 9-10: “Jarboná, uno de los eunucos que estaban ante el rey, sugirió: «Precisamente, la horca que Amán había destinado para Mardoqueo, aquel cuyo informe fue tan útil al rey, está preparada en casa de Amán, y tiene cincuenta codos de altura». Dijo el rey: «¡Colgadle de ella!» Colgaron a Amán de la horca que había levantado para Mardoqueo, y se aplacó la ira del rey.”

“… cuya figura realizó con un escorzo extraordinario, inventando el tronco que sostiene su persona, y el brazo que viene hacia adelante, no solamente pintados, sino vivos y emergiendo hacia fuera, como la pierna que extiende hacia adelante y las partes que van hacia atrás; figura ciertamente, entre las difíciles y bellas, bellísima y dificilísima.” (Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel Buonarroti, florentino, 1568).

La bellísima Ester, favorita y después esposa del rey Asuero, salva a los hebreos durante la esclavitud en Babilonia revelando al soberano la conspiración de Amán contra el justo Mardoqueo y el pueblo hebreo. Amán quería, efectivamente, castigar a Mardoqueo porque no se inclinaba a su paso, pero el rey, situado en la parte superior derecha, mientras escucha las oraciones de la bella esposa, decide no castigar a todo el pueblo de Israel y ordena la muerte del visir Amán por su perfidia. El pasaje bíblico habla, en realidad, de horca, pero es significativa la invención de Miguel Ángel de la crucifixión de Amán: el mal, Amán, es castigado y vencido por la cruz. No podemos dejar de observar el increíble poder y vigor que emanan del desnudo del personaje del centro, retratado con un escorzo en la apertura de los brazos de una maestría virtuosa.

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