La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo Booz y Obeth

La anciana Betsabé se halla representada en la luneta de David, mientras que Booz, pintado en el sector de enfren­te, aparece como un viejo jorobado y feo que mira su re­trato esculpido en la extremidad superior de su bastón. En el otro lado de la luneta, Rut duerme con su hijo Obed en brazos, quien se ha adormilado después de mamar, como lo sugiere el pecho todavía descubierto de su madre. Rut es joven y hermosa y, en su género, remite a las representaciones de María. Su vestido es de color rojo anaranjado y su manto presenta un color rosa violáceo. Su velo es blanco, y blancas son también las fajas que envuel­ven al pequeño Obed, que además tiene encima una man­ta verde. El viejo Booz lleva un delantal de color amarillo grisáceo muy feo.

Cuando el amarillo es apagado y no dorado asume un significado negativo que suele rela­cionarse con el pecado. Puesto que en las Sagradas Escri­turas no se describe a Booz como un pecador ni como un viejo feo, debemos tener presente el lugar donde se halla colocado este fresco: a la izquierda, inmediatamente enci­ma del trono papal, lo que nos hace pensar que Miguel Ángel se propuso caricaturizar temerariamente al papa Ju­lio II, pues en aquel tiempo éste era ya un anciano. Booz tiene las piernas desnudas; y en efecto, Julio II vivió en la pobreza cuando era novicio franciscano. Los pantalones son de color rosa porque fue nombrado cardenal siendo todavía novicio franciscano, pero las esperanzas que se ha­bían puesto en él no se vieron confirmadas. Por eso el ver­de de la esperanza se ha mezclado con un amarillo pecaminoso.

La cabeza de madera parece un retrato del mismo anciano, con su misma barba puntiaguda, que refleja su expresión y le devuelve los gritos. De todos los retratos de los antepasados, es el de este anciano furioso el único que no está representado de forma realista. Es más bien una caricatura. Se trata de una burla satírica de otro anciano barbudo, el que se sentaría directamente debajo, famoso también por su mal carácter Il Papa terribile, Julio II. Una rápida comparación de los pronunciados pómulos de esta figura y el retrato mucho más adulador que Rafael realizó de Julio nos demuestran que se trata de la misma persona.

En el otro lado del luneto aparece una bella madre que le está tapando delicadamente los oídos a un bebé dormido para que no se despierte con los alaridos del viejo.

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