La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

La resurrección de los cuerpos

Resucitados 08

Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para oprobio…
(Daniel 12, 2)

He aquí que yo haré que penetre en vosotros espíritu y reviviréis. Y os recubriré de nervios, y haré crecer sobre vosotros carne, y encima de vosotros extenderé piel, y os infundiré espíritu y viviréis, y conoceréis que yo soy Yahveh. Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros. Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima… dice el Señor: «Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío».”
(Ezequiel 37, 5-8) 

Al sonido de las trompetas de los ángeles situados en el centro, las tumbas se abren, y de la tierra desnuda resucitan los cuerpos de los hombres llamados a Juicio. La representación de este momento es dramática: los cuerpos están inermes, aplastados todavía por el peso de la muerte, y muchos están aún envueltos en las vendas del sudario. La tierra es una fría corteza que los cuerpos intentan romper en un último esfuerzo para volver a la vida. También aquí intervienen los ángeles, que incluso establecen verdaderas batallas contra los demonios para conseguir quitarles de las manos los cuerpos de los elegidos. Mas en los rostros de los resucitados no hay alegría, sino sólo el aturdimiento producido por el sueño de la muerte y el miedo por cuanto está sucediendo alrededor.

Resucitados 07Los muertos saliendo de sus tumbas tradicionalmente aparecían abajo o en la parte inferior izquierda en las escenas del Juicio Final. La representación de dos subgrupos de resucitados -32 a la izquierda y 7 a la derecha, separados por una grieta que se abre en la tierra entre ellos-, tal como aquí ocurre, no tiene, sin embargo, precedente.

Casi todas las almas de la izquierda dan la impresión de ascender por sí mismas, colaborando de forma activa en el drama iniciado por Cristo y sus ángeles. Así, en el ángulo inferior izquierdo, en primer plano, un alma pugna por levantar una pesada losa de piedra, permitiendo que otra se arrastre vigorosamente hacia fuera. Siguiendo la diagonal que va de la grieta en primer plano hasta la base del montículo al fondo, en la parte superior izquierda, tres desnudos masculinos -vistos respectivamente de frente, de espaldas y de costado- apoyan una pierna en el suelo y, con ambas manos firmemente apoyadas en tierra, comienzan a liberar la otra, aún enterrada, en respuesta a la fanfarria de los ángeles, hacia los que dirigen su mirada. Esta actividad obstinada y voluntariosa alcanza su punto álgido en la parte superior izquierda, sobre la línea del horizonte; allí, dos almas se lanzan hacia Cristo, con los sudarios henchidos al viento, desde lo alto del montículo, a la misma altura a la que arranca significativamente la cornisa inferior del muro lateral de la capilla. Las miradas y los gestos hacia arriba de las ánimas que se extienden enfrente de ellos, a lo largo de la línea del horizonte -una tocada con el capirote de una cofradía laica, las otras dos aún esqueletos-, subrayan su ascensión.

Condenados 14bLas siete almas a la derecha parecen, por contra, en el más absoluto de los desamparos. La fuerza de la gravedad aplasta contra la tierra a las cinco más próximas al centro del fresco; aun poseyendo el peso y la masa de cuerpos vivientes, se diría que carecen por completo de voluntad propia. Una pareja de diablos tiene atrapadas a las otras dos, una de un gris ceniciento, la otra colgando cabeza abajo: un diablo que surge de la gruta del Infierno, como ya hemos visto, agarra firmemente a una serpiente enroscada en las piernas de su víctima; el otro tira con fuerza del cabello de la suya.

Tres ángeles, sin embargo, liberan a estas dos últimas almas de las garras del mal. Uno vestido de azul lavanda toma por las axilas a la de la serpiente enroscada y la levanta por detrás, mientras otro de verde pugna por elevar al ánima que está cabeza abajo y cuyas piernas se doblan por las rodillas sobre sus hombros; no obstante, tan fuerte es la presa del demonio que un segundo ángel -visto en escorzo frontal y vestido con un manto rojizo-anaranjado- tiene que ayudar al primero izando al ánima por las corvas.

En las representaciones del Juicio, lo habitual era que los ángeles dirigieran a los bienaventurados hacia Cristo y la salvación, pero nunca antes habían tirado físicamente de ellos como ocurre aquí y también en el grupo de la ascensión de los elegidos que está encima de éste.

Por más que contraste la motivación de unos y otros, impulsados en un caso por la fuerza divina y en otro por su propio anhelo, ambos subgrupos forman una sola unidad visual. Las almas de la derecha tienden hacia la izquierda, configurando una serie de diagonales cada vez más empinadas; la energía del subgrupo de la izquierda, como hemos visto, se organiza como un conjunto de hitos o impulsos a lo largo de una diagonal definida por los tres desnudos que se yerguen; y las ánimas que se encuentran sobre la línea del horizonte o cerca de ella liberan, por último, su energía hacia arriba, siguiendo una diagonal opuesta a la anterior. Los vectores diagonales de ambos subgrupos convergen sobre el horizonte, en dos figuras corpóreas y espirituales a un tiempo, amortajadas aún pero ya resucitadas, que flotan libres, inexorablemente abocadas hacia Cristo; una común tonalidad verde, el color de la vitalidad, la regeneración y de la virtud teologal de la esperanza, unifica aún más ambos conjuntos.

·Simbolismo

·Galería

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