Simbología del Bautismo de Jesús
La ambientación de esta escena hace mención expresa a la regeneración del Bautismo: toda ella se desarrolla en un ambiente acuático mientras que la escena paralela de la circuncisón del hijo de Moisés está en un ambiente terreste y desértico. Es una referencia a la vida antes y después «de la gracia».
El autor de la Expositio declara que a partir de la predicación del Evangelio ya no sirven ni la circuncisión ni las muchas observancias prescritas por la Ley. En este texto se habla, por lo tanto, de la legis observatio, concepto que recuerda la OBSERVATIO ANTIQUE REGENERATIONIS del primer titulus de la pared derecha de la capilla. Orígenes, en su Homilía IX relativa al Libro de los Números, habla de la circuncisión como un ejemplo de Lex que ya no es necesario observar y cuyo valor intrínseco esencial, al contrario de cuanto ha ocurrido con el Mandatum (los Diez Mandamientos) únicamente se ha conservado hasta Cristo, y únicamente esboza lo que todavía es válido como imagen de lo que había de venir. Así como el Mandatum es válido para cualquier tiempo, la Lex se presenta como imagen anticipada de valores y contenidos futuros.
El concepto REGENERATIO está sacado de la Epístola a Tito, en la que se habla del bautismo como del «lavacrum regenerationis» (Tt 3, 4). La idea de fondo que determinó la elección y la sucesión de los episodios basados en el Nuevo Testamento procede de De Civitate Dei (La Ciudad de Dios) de Agustín, en cuyo libro decimoctavo se lee que primero el Bautista y después el mismo Jesús predicaron e invitaron a la penitencia, que Jesús eligió a sus discípulos llamándoles «apóstoles» y que entre ellos hubo un traidor. La obra de la salvación se completó con la pasión de Jesús, su resurrección y ascensión al cielo y con la Pentecostés.
El punto de partida que hallamos en el capítulo décimoctavo de La Ciudad de Dios, está constituido por el versículo de un salmo que, de acuerdo con el texto de la Vulgata (Sal 39 [40], 6), puede traducirse del siguiente modo: «…he anunciado y he proclamado: han aumentado de tal forma que no pueden contarse». En efecto, la mirada se fija de inmediato en la muchedumbre del pueblo reunido, tal como se representa repetidamente en las paredes de la Capilla Sixtina.
Pocas líneas antes, en el mismo libro décimoctavo de La Ciudad de Dios, Agustín aclara la idea de templo retomando las palabras del profeta Ageo, quien proclama: «…la fama de esta nueva casa será mayor que la de la anterior» (Ag Vulg. 2,9). Con el templo al que el Señor concede la plenitud de la paz, explica Agustín, se entiende la Iglesia edificada por Cristo.