La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

La Expositio super septem visiones libri Apocalysis

y su relación con los frescos de la Capilla Sixtina

 

Este libro se desarrolla en siete visiones. En la tercera, la aparición del «libro escrito por la parte de fuera y la de dentro» (Ap. 5,1) se interpreta como una referencia al An­tiguo y al Nuevo Testamento. El «escrito por la parte de dentro» es el libro en sentido espiritual, y el «escrito por la parte de fuera» es el libro según el sentido histórico o li­teral de las Escrituras. En efecto, la comprensión espiri­tual del Antiguo Testamento no se obtiene sino a través del Nuevo Testamento, en el que se oculta. Partiendo de esta reflexión básica, el autor menciona a todos los pa­triarcas del libro del Génesis, y al llegar al libro del Éxodo nos habla de Moisés.

Los distintos episodios de la vida de Moisés elegidos por el  autor de la Expositio concuerdan totalmente con los primeros frescos en los que aparece su figura. Se trata de las pintu­ras concernientes al Abandono de Moisés en las aguas del Nilo (fresco actualmente perdido), al episodio de la Zarza ardiente, a la Circuncisión de su hijo y al Paso del mar Rojo. Puesto que la estimación llevada a cabo en enero de 1482 se refiere a cada una de las cuatro istoriae como efec­tuadas por cada uno de los cuatro pintores mencionados, y como las escenas representadas en la pared de Moisés de la Capilla Sixtina, las relativas a la circuncisión, la zarza ardiente y el paso del mar Rojo, deben atribuirse con plena Seguridad a Perugino, Botticelli y Cosimo Rosselli, la escena perdida del abandono y hallazgo de Moisés niño en el Nilo tuvo que ser forzosamente pintada por Domenico Ghirlandaio.

La Expositio elige como tercer ejemplo relativo a las prescripciones de la Ley Mosaica el sacrificio de purificación para curar a un leproso. Esta escena, que no ha vuelto a representarse en ningún otro lugar, también figura entre las pinturas existentes en la Capilla Sixtina. Fue añadida por Botticelli en su fresco que tiene por tema Las tres tentaciones de Jesús, y se encuentra en la pared opuesta donde figuran los frescos dedicados a la figura de Moisés.

El autor de la Expositio declara que dos de las historias narradas, relativas a la vida de Moisés, han de entenderse como alusiones implícitas a María, y no debe olvidarse que Sixto IV dedicó la Capilla Sixtina a María. Como franciscano y teólogo seguidor de Duns Escoto, el Papa era partidario de la doctrina de la Inmaculada Concep­ción, y estaba por lo tanto convencido de que María se hallaba limpia del pecado original desde el mismo momento de su concepción. Esta doctrina fue elevada a dogma por el papa Pío IX hasta 1854. La Inmaculada Con­cepción de María, junto con el peculiar papel interpre­tado por la Madre de Dios en los designios de la voluntad divina, debió influir ya desde un principio en el planteamiento de los frescos ejecutados para decorar la capilla.

Con este típico ejemplo de la interpretación alegórica de las Escrituras estamos siguiendo un tema que, debido a las sucesivas variaciones efectuadas en el programa inicial de los frescos de la Capilla Sixtina, resulta difícil individuali­zar. De todas formas, hubo un tema que a su debido tiem­po determinó en gran medida su planteamiento: el concerniente a las referencias a María ocultas en el libro del Éxodo. Para poder captar más fácilmente estas referencias, los pintores de la Sixtina utilizaron el recurso de uniformar las vestimentas, y así vemos que Moisés siempre viste un traje amarillo dorado y un manto verde, y que los personajes que nos remiten a la figura de María visten siempre un vestido rosa y un manto azul. Ataviados de esta manera vemos a Séfora, esposa de Moi­sés, que circuncida a su hijo, a Miriam, hermana de Moi­sés, que entona el canto de victoria después del paso del mar Rojo, e incluso al mismo Dios cuando se aparece a Moisés en la zarza ardiente.

A través de la comparación entre escenas del Antiguo y es­cenas del Nuevo Testamento, el observador comprende el misterioso y profundo sentido de la Revelación; lo he­cho y dicho por Cristo se hace plenamente comprensible a través de los acontecimientos del Antiguo Testamento, y estos últimos resultan comprensibles sólo si se relacionan con las palabras y los actos de Cristo. Representan una especie de llamada a la plenitud de la Revelación presente en el misterio de la Iglesia fundada en la Cruz y la Resu­rrección.

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