La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbología del Sermón de la montaña

El Hijo de Dios proclama la nueva ley del amor, del perdón, de la paciencia y de la pureza de corazón e, inmediatamente después, según la narración de Mateo, libera del pecado y cura la enfermedad, como ejemplo de lo que puede operar en el hombre el Amor de Dios. Esta es la Nueva Ley del Evangelio, que completa y substituye la del Antiguo Testamento, representada en la pared de enfrente de la Capilla con la Entrega de las Tablas de la Ley.

En todos los murales de la Capilla Sixtina se observan construcciones, especialmente edificios eclesiásticos. Tam­bién las ciudades pintadas en el fondo de los paisajes lo son siempre con sus iglesias, debiéndose añadir a todo ello diferentes edificios eclesiásticos situados en frescos relati­vos al Antiguo o al Nuevo Testamento. En el fresco del Sermón de la montaña, donde anacrónicamente hay iglesias, éstas aparecen representadas como edificios tardogóticos provistos de una torre, ajenas al contexto ciuda­dano donde se hallan situadas. Posiblemente se trata del vocablo figurado «iglesia», que en las pinturas se toma relacionado tipológicamente con el Velo de la Alianza y el templo. Tal como se nos dice en el Libro del Exodo (Ex 25, 40), al que hace referencia la Epístola a los Hebreos, Moisés vio en el monte el modelo del Velo: «Mira, dijo, de hacer todas las cosas de acuerdo con el modelo que se te ha mostrado en el monte» (Hb 8, 5). En el panel de Rosselli, tal como nos muestra la esce­na desarrollada en la ladera del monte donde se encuentra una iglesia, Jesús parece descender precisamente de este monte para elegir a los doce. Jesús deja las cimas más altas para predicar el Sermón de la montaña; el pintor lo re­presenta de pie sobre un pequeño collado situado delante del monte. Asimismo, en el cuadro que hay enfrente, dedi­cado a un tema del Antiguo Testamento, Cosimo Rosselli representó la entrega de los Diez Mandamientos a Moisés en la cumbre del Monte Sinaí.

La figura de mu­jer a la izquierda vestida de azul y blanco,es la imagen de la Iglesia como es­posa.  en su fresco viste de oro y plata a la esposa, a cuyo lado vemos a sus compañeras, también madres con hijos, representadas se­gún la manera empleada por Cosimo Rosselli en el panel del Sermón de la montaña. La Iglesia como esposa es el gran tema de la ornamentación iconográfica de la Ca­pilla Sixtina.

Volando en el cielo vemos como un halcón se preci­pita sobre una perdiz en el lugar exacto donde vemos a un rostro, suspendido en el aire, soplar para desgarrar la cortina de nubes y despejar el cielo. La perdiz representa al diablo pues roba los huevos de las otras perdices para empollarlos ella, pero si los polluelos, una vez salidos del huevo, oyen la voz de la perdiz madre, abandonan a su falsa madre y regresan al lado de la verdadera. Cuando aquellos que están sojuzgados por el diablo escuchan la voz de la predicación, vuelven al lado de su madre, la Iglesia. En el fresco de Cosimo Rosselli, la perdiz es un ave engañadora, o sea el diablo, sobre el cual se precipita el halcón bueno para que no pueda seguir lle­vando a cabo su obra infame de robar los huevos.

En cuanto a las otras aves que aparecen en el lado izquier­do de la pintura, las que vuelan más alto son grullas, y ve­mos también una golondrina, una abubilla y un jilguero. El Pseudo Hugo de San Víctor nos proporciona una interpre­tación de todas ellas, menos de la última. Las grullas, que vuelan muy alto y una detrás de otra, representan a los hombres que viven de acuerdo con una regla. La golon­drina anuncia la primavera, no se deja cazar por ningún de­predador y se alimenta mientras vuela; representa a quien está arrepentido, que busca siempre la primavera y actúa con discernimiento y moderación. La abubilla, que se encuentra a gusto en los excrementos, es la auténtica ave del pecado; además, suele lamentarse con frecuencia, por­que la tristeza del mundo conduce a la muerte espiritual. En este fresco, la abubilla persigue a un jilguero; en la época en que se pintaron los frescos este pájaro solía relacionarse con la pasión de Cristo, ya que, además de alimentarse de cardos, canta muy bien, y la mancha roja en la base de su pico se interpreta como una referencia a la sangre vertida por Cristo duran­te su pasión.

 

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