La Embriaguez de Noé
“Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña. Bebió del vino, se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. Vio Cam, padre de Canaán, la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos afuera.” (Gén 9, 20-22)
La vid es la planta simbólica tanto en el Antiguo Testamento, donde es la imagen de Israel, como en el Nuevo, donde el mismo Cristo dice “yo soy la verdadera vid”. Por ello, la figura de Noé embriagado, pintada en el centro de esta escena, hay que entenderla como la humanidad que, tras el diluvio, recae en el pecado. Pero alude también, en la desnudez de Noé descrita en las Escrituras, a la humillación que el Verbo de Dios, o sea Cristo, acepta cuando se encarna en la “viña de Israel”. A la derecha de Noé se encuentran sus tres hijos, Jafet que cubre al padre, Cam que se ríe de él y Sem que lo regaña por su falta de respeto. Al fondo se puede ver a Noé plantando la vid.
Gracias a sus cartas y a los relatos de sus contemporáneos, sabemos que Miguel Ángel se tropezó con muchos problemas mientras realizaba los paneles de Noé. Debió trabajar en ellos en verano, cuando en Roma, y sobre todo en las zonas cercanas al río Tíber (como es el caso del Vaticano), el clima puede ser húmedo en extremo y bochornoso. Sus primeros frescos de Noé tuvieron que ser acuchillados por completo y despegados del techo porque se desintegraron y se llenaron de moho debido a la humedad. Un amigo y ayudante florentino llamado Jacopo l’Indaco descubrió una fórmula nueva para el yeso del fresco (el intonaco), resistente al moho y los hongos, y consiguió salvar la situación. Debido a éste y a otros problemas anteriores (hay que recordar que Miguel Ángel nunca había trabajado con pintura al fresco e iba aprendiendo sobre la marcha), tardó un año y medio en realizar el tramo de la bóveda hasta el tercer panel de Noé. Para cuando el tríptico de Noé estuvo acabado, el papa Julio estaba impaciente por ver el trabajo y mostrarlo a los demás. Buonarroti discutió de forma airada contra esta idea, pues ningún artista desea mostrar su obra en público cuando no está aún terminada. Pero hacer cambiar de idea a Julio, que no estaba muy seguro de llegar a vivir el tiempo suficiente como para ver la bóveda terminada, no era cosa sencilla. En 1510 el Papa ordenó desmantelar el andamiaje y mostrar la primera parte del fresco a un público ansioso. Las reacciones extáticas de artistas y profanos ayudaron a superar cualquier queja que pudiera tener el clero y los censores. Miguel Ángel se ganó con ello el derecho de seguir adelante con el resto del proyecto sin más interferencias (o con interferencias menores, cabría decir). Fue también su oportunidad de situarse a nivel del suelo y comprobar cómo se veía su obra desde allí, veinte metros por encima de su cabeza. Se dio cuenta entonces de que estaba siendo demasiado tímido con las figuras, que eran muy numerosas y demasiado pequeñas. Y la diferencia se observa de inmediato en los paneles centrales que siguen a la sección de Noé: son más simplificados y las figuras son mucho más grandes y más «esculpidas». Incluso los profetas y las sibilas aumentan de tamaño a partir de ese punto. Miguel Ángel había permitido a sus colaboradores pintar parte de la escena del Diluvio y no se sentía satisfecho con su contribución. A partir de aquel momento decidió que pintaría los paneles y las imágenes principales personalmente, él solo. Esto ralentizaría mucho el trabajo, pero era su única garantía de mantener la visión y la calidad que deseaba. Miguel Ángel se dio cuenta también de que su concepto original de historias en formato de tríptico no funcionaría. Aunque su intención era que el panel de mayor tamaño del tríptico de Noé, el correspondiente al Diluvio, fuera el toque dramático final de la bóveda, comprendió que la vista del espectador seguiría naturalmente el orden lineal de los paneles, con lo que terminaría con la escena en cierto modo decepcionante y depresiva de la Embriaguez. La disposición en tríptico resultaría aún más confusa cuando tuviera que representar los primeros días de la Creación. Así pues, la verdad es que el artista cambió de idea. Para el resto de la franja central de la Torá, pintó la narración en orden lineal.