La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

La relación Esposo – Esposa

 

En la Iglesia, el Papa y toda la Curia no son los únicos que tienen importancia, sino también el conjunto del pueblo de Dios, que se le muestra al observador a través de los diversos episodios bíblicos. El pueblo es el edificio santo, la es­posa, cuyo modelo final es María Inmaculada, y cuyo úni­co esposo, Cristo, está presente de manera figurada en la vida y las obras de Moisés. Como ocurre con Moisés, des­pués de Cristo el Papa es el esposo del pueblo de Dios, de la Iglesia, convirtiéndose por ello en el puntal visible del edificio jerárquico. De todas maneras, el pueblo de Dios sólo encuentra reflejada su imagen en la veneración a María. En efecto, en la pintura que se hallaba detrás del al­tar, Sixto IV se arrodilla a los pies de María, elevada al cie­lo y rodeada por ángeles exultantes, destinada a ser la Madre de Dios, la esposa sin mancha.

Pero el hecho de que ni uno solo de los tituli aluda direc­tamente a María, y se refieran siempre al pueblo, podría constituir una importante objeción a este razonamien­to. Los tituli sólo hablan del pueblo que ha recibido la Ley de Moisés primero y la Ley del Evangelio después. No mencionan a Pedro, y menos aún al papado. Pero el apelativo Inmaculata y la doctrina de la Inmaculada Concepción de María, según la cual la Madre de Dios está limpia del pecado original de Adán desde el primer instante de su existencia terrenal, no podía apare­cer todavía como inscripción en la capilla papal porque en aquel tiempo aún estaba en discusión entre los teólo­gos. Efectivamente, desde un principio el fresco de Peru­gino situado detrás del altar se consideró una Asunción y no una Inmaculada.

El motivo del esposo de sangre crea un nexo entre la fi­gura del Papa y Cristo, pues, en efecto, en tiempos de los primeros mártires, cada Papa se convirtió en esposo de sangre de la Iglesia. Recordemos que, en el registro superior, se representó la galería de los papas de la época de las persecuciones. Este tema enlaza con la interpretación del Pseudo Hugo de San Víctor, que en las patas rojas de la paloma veía una alusión a los mártires de la Iglesia (la esposa). Aquí vemos perfilados ambos motivos: el tema de Iglesia como esposa, incluso de sus mismos pastores, y la relación esposa-esposo entre el pueblo y su pastor supre­mo, el Papa. El pue­blo debe seguir a sus jefes hacia la tierra prometida sin rebelarse contra ellos como hicieron Coré, Datán y Abirán. Quienes guían a la Iglesia deben estar dispuestos a lavar los pies de sus inferiores, obligación que se represen­ta en el panel de la Ultima Cena.

· María, la Inmaculada Concepción, representa el modelo de la Iglesia, por ser a un mismo tiempo madre y esposa vir­gen.

· Cristo, el esposo, se halla presente en los conductores del pueblo, en los que enseñan y en los pastores. María es la auténtica figura del pueblo.

Aunque en el Juicio Final de Miguel Ángel se haya alejado a la Inmaculada de su po­sición central, también sus frescos, incluido el del Juicio Final, se caracterizan por el encuentro de la Iglesia con Cristo, el esposo, desde la creación de Eva, madre de to­dos los mortales, hasta llegar a la nueva Eva. Esta última, asustada por el juicio del esposo, se vuelve hacia los made­ros que, sostenidos por la figura colocada a su derecha, adoptan la forma de una cruz.

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