La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo general de los antepasados de Cristo

Los «antepasados», con las placas en las que aparece su nombre, no están ordenados siguiendo la lista cronológica que nos presenta el evangelio de San Mateo. Miguel Ángel siguió el extraño orden zigzagueante de los nichos de papas, pintados al fresco el siglo anterior por Botticelli y sus ayudantes. Más de dos décadas después, Miguel Ángel no dudó en erradicar de la pared anterior de delante del altar las dos importantes placas de Abraham-Isaac- Jacob-Judá y de Phares-Esrom-Aram, para ceder paso al fresco de El Juicio Final… y con ello, interrumpir para siempre la cadena del linaje de Jesús en la decoración de la capilla.

El orden que sigue Miguel Ángel (o mejor dicho, el desorden) en las tabletas de los nombres es muy difícil de seguir. Analizando Los Antepasados nos daremos enseguida cuenta de que encima de cada una de estas «tarjetas» de los distintos componentes del árbol familiar, hay ocho triángulos (las llamadas enjutas) que muestran vagos grupos familiares vestidos con ropajes bíblicos. Incluso los intérpretes de la Sixtina más tradicionales dentro del Vaticano indican que la identidad de estas figuras no es más que una suposición y que es imposible identificarlas con total garantía. Los comentaristas de la Iglesia dicen simplemente que se trata de las familias simbólicas de los judíos históricos, cansadas y languideciendo en su miserable estado de exilio eterno, esperando con tristeza el regreso de Jesús para redimirlas.

Pero esta interpretación presenta un problema evidente. La mayoría de los judíos que aparecen representados en los triángulos no tiene un aspecto especialmente melancólico. Sí, claro está que están confinados dentro de sus pequeños espacios triangulares, pero de los ocho grupos, sólo uno de ellos exhibe un aspecto de tristeza: la familia situada encima de los nombres de Jesé, David y Salomón, los antepasados judíos del Mesías. Pero incluso en este caso, después de observarlas con mayor detalle, la figura central de la madre no está alicaída, sino tranquilamente dormida. La sensación dominante en todos los triángulos de los antepasados judíos es que están observando pacientemente, esperando y perseverando. En todos y cada uno de ellos, la pequeña escena familiar queda completamente dominada por la figura maternal. La familia, y la familia entera de los hijos de Israel, depende de la madre para su continuidad y su supervivencia.

Una mirada a los triángulos basta para cuestionar la «historia oficial» de los judíos tristes a la espera de Jesucristo, el descendiente de los hombres del linaje real de Judá. Los judíos anónimos y ordinarios que pueblan los triángulos por encima de las placas de los nombres parecen mantener la fe en el seno de sanas unidades familiares tradicionales, cuidadas, protegidas y centradas en una figura maternal. Miguel Ángel realiza una clara declaración visual y enuncia que la madre es quien mantiene y continúa la fe en el seno familiar.

Debajo de los triángulos de las madres están los lunetos, los arcos de los antepasados. Incluso aquí, los expertos en arte y los historiadores de la Iglesia se han visto obligados a declarar que no resulta fácil encajar las figuras con los nombres. La vista, sin embargo, nos dice de inmediato que estos arcos están vinculados con los triángulos de la «madre» que tienen encima de cada uno de ellos. El extremo superior de cada pequeño triángulo forma un triángulo isósceles (con sus lados de igual longitud) cuando se conecta con los extremos exteriores inferiores de cada luneto. El artista manda un mensaje directo explicando que las figuras maternales anónimas de la parte superior y los famosos e importantes antecesores de la parte inferior (varios de ellos reyes y líderes) pertenecen a la misma familia.

Los judíos de Miguel Ángel visten un tipo de tejido especial llamado cangiante (seda tornasolada) y sarscenet (seda suave que suele usarse como forro, que los Cruzados trajeron a Europa de las tierras sarracenas). Es lo que hoy llamaríamos prendas «iridiscentes», realizadas con tejidos que cambian de color y tonalidad con los movimientos y en los distintos pliegues. Buonarroti no sólo representó a los antepasados judíos con una variedad enorme de atuendos, sino que además los vistió con telas de gran prestigio, utilizadas normalmente en bodas, peticiones de mano y ocasiones especiales, y sobre todo por personas de sangre real. De forma evidente, los judíos de Miguel Ángel no son ni condenados ni sufrientes.

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