El profeta Zacarías
«Dios ha recordado».
“¡Exulta sin freno, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo y victorioso, humilde y montando en un asno, en un pollino, cría de asna.” Zac 9,9
“… el cual, buscando en el libro el escrito de una cosa que no encuentra, tiene una pierna en alto y la otra en bajo; y aunque el frenesí de buscar algo que no encuentra le hace estar así, parece no darse cuenta de la incomodidad de estar en dicha posición” (Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel Buonarroti, florentino, 1568)
Su profecía más conocida es la que se relacionó con la entrada de Jesús en Jerusalén (“¡Exulta hija de Sión! ¡Tu Rey viene hacia ti…!”) y es por este motivo por lo que probablemente el profeta Zacarías ha sido situado sobre la puerta de entrada de la Capilla. El anciano está representado en el momento en que busca en su libro algo que no encuentra, mientras sus dos asistentes le miran atentos. Es de una gran belleza el amplio ropaje, que da imponencia y realeza a la figura.
El trono del penúltimo de los llamados profetas menores del Antiguo Testamento parece erigirse como una pieza única por encima de la bóveda, en el lugar donde se encuentran las dos trompas con las escenas de Judit y David. A través de la ilusión creada por la perspectiva, la pared de la entrada parece más alta por encima de la puerta de lo que es realmente. Lo mismo puede decirse respecto a los lados largos y la pared de detrás del altar, pero sólo en la pared de la entrada resulta convincente esta ilusión.
La pared de la entrada recuerda una especie de fachada coronada por un monumento de notable valor plástico, como es el trono del profeta Zacarías, que parece recortarse contra el cielo. Contribuyen a crear este efecto de fachada las falsas hornacinas pintadas con cuatro papas, que se remontan a los tiempos del papa Sixto IV, y los falsos vanos de las ventanas excavados en profundidad y flanqueados por las figuras de los papas. En ningún otro lugar de la capilla nos viene a la memoria con tanta vivacidad el monumento fúnebre de Julio II. Pero no sólo se captan reminiscencias en los tronos de los profetas destinados a colocarse encima de la cornisa del monumento funerario, pues a los contemporáneos el rostro de Zacarías podía perfectamente recordarles el del papa Julio II. Si comparamos el rostro del profeta, visto de perfil, con el de Julio II pintado de la misma forma por Rafael en la Misa de Bolsena, constataremos una notable semejanza, resaltando la misma forma oval de la coronilla completamente calva.
Un pequeño problema se opone a esta identificación: en el año en que Miguel Ángel pintó este profeta, Julio II aún no llevaba barba. Sabemos que se la dejó crecer a modo de penitencia tras la pérdida de la cuidad de Bolonia. Esto ocurrió en 1511 y Miguel Ángel comenzó la decoración de la Capilla en 1509 por la pared de la entrada; por lo tanto, esta figura fue una de las primeras que pintó. Julio II se afeitó la barba en 1512, poco antes de morir.
Tras la restauración y la grabación de los resultados obtenidos con la ayuda de un ordenador instalado en el andamio, podemos seguir de manera precisa cómo procedieron el artista y sus ayudantes. Lo primero que se pintó fue el recuadro con el nombre del profeta. Después se llevó a cabo, en un solo día, la estructura del trono, incluido el pie izquierdo de Zacarías, y luego la parte inferior de la capa verde. A continuación, en otros cuatro días de trabajo, se terminó la figura del profeta, pintada de abajo arriba. Posteriormente, Miguel Ángel pintó las dos trompas triangulares con las historias de Judit y David, después el trampantojo que enmarca la figura del profeta, y por último las dos semipilastras con las parejas de niños. Las de la derecha son con toda seguridad de Miguel Ángel; las de la izquierda se deben a sus ayudantes. De la cornisa rota en escorzo por encima de las dos semipilastras depende en gran parte la ilusoria profundidad espacial y el relieve plástico del profeta y las figuras que le acompañan.
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