La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo del profeta Isaías

Isaias 02El mensaje profético de Isaías está principalmente contenido en los Cantos del siervo, estupendas piezas líricas en las cuales el profeta habla de un siervo de Yahveh que predica la verdadera fe, expía en su propia muerte los pecados del pueblo y es por ello glorificado por Dios. La Iglesia siempre ha interpretado estos pasajes como una referencia clara a la misión de Cristo y a su Pasión y Muerte, y por este motivo parece estar en relación con la escena del Sacrificio de Noé, situada por encima, otra prefiguración del Sacrificio del Verbo de Dios. Los ángeles que acompañan a los videntes son, claramente, mensajeros divinos. Miguel Ángel los concibe como partes integrantes de la figura profética, un apéndice que usa para acentuar el movimiento, la tensión o el equilibrio con el cual quiere caracterizar la imagen.

En esta pintura son las niñas las que forman dos parejas de falsos atlantes y la figura colocada en la parte interior mira hacia la pintada al exterior de la falsa semipilastra. Esta última dirige la mirada hacia la parte interna, como en una visión interior.

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La otra figura infantil situada detrás, sobre el asiento del trono, es una muchacha envuelta por una vestidura de color azafrán. Entre ella y el profeta se encuentra un muchacho, cuya capa verde claro, hinchada por el viento, revolotea vistosamente; el muchacho, tendiendo la mano derecha y el índice, llama la atención del profeta hacia un punto situado a la izquierda, más allá de la pared que hay detrás. El mismo viento hincha también la capa verde de Isaías, recogida sobre el hombro por una hebilla redonda de color rojo, lo que permite ver el forro. El profeta acaba de leer el libro que sostiene en su mano izquierda, entre cuyas páginas introduce el meñique, indicando que alguno de sus pasajes le perturba en lo más íntimo. Difícilmente puede tratarse de un pasaje que no sea el siguiente: «He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo, al que llamará Manuel (Dios con nosotros)» (Is 7, 14). A juzgar por el número de páginas separadas, es muy probable que el meñique indique este texto del Libro del profeta Isaías. Otra muestra de lo mucho que Miguel Ángel cuidó los detalles. Pero ¿cómo debe interpretarse en este caso la disposición de las tres cabezas? En este punto cabe distinguir entre dos planos distintos: uno filosófico y otro teológico. La muchacha que aparece al fondo representa la facultad anímica de la memoria y no procede de ninguna otra persona, mientras que de ella proceden tanto el profeta, con su capa hinchada, como el muchacho, situado en el centro, entre el profeta y la joven, y exhibiendo con gran vivacidad su ademán para llamar la atención. Puesto que el muchacho no se ocupa del libro y se le representa en movimiento, es fácil que simbolice la voluntad. Sólo nos resta atribuir al profeta la facultad del intelecto.

En cuanto a la representación de las personas, la dimensión teológica es la que recibe la mayor importancia. En efecto, la joven remite a la virgen que concebirá un hijo, y el muchacho remite a dicho hijo. Tanto en él como en su mirada se halla presente el Espíritu de Dios que inspira al profeta. Los ojos de Isaías, representado con los párpados entrecerrados, parecen recorrer de reojo toda la capilla, deteniéndose en la pared detrás del altar, en el lugar donde antes podía admirarse la Inmaculada de Perugino. Francesco della Rovere, en cuya Oración de la Inmaculada se origina el programa de todos los frescos de la Sixtina, en su discurso en honor a María recoge expresamente el pasaje que acabamos de citar, perteneciente al séptimo capítulo del Libro del profeta Isaías.

La túnica amarillo claro del profeta podría aludir a los pecados del pueblo de Dios y sus reyes, condenados por Isaías de forma muy especial. Su sobreveste es violeta púrpura, el mismo color de la vestimenta que envuelve al Dios Creador en la más tardía Creación del mundo pintada por Miguel Ángel. Una faja blanca le ciñe las caderas, y también es de color violeta púrpura la manga izquierda de la túnica, que se encuentra en la sombra. Este violeta púrpura, frío y brillante, es uno de los colores característicos de Miguel Ángel; recuerda las tonalidades de la piedra, y no las del paño, y aleja del observador a quien lo viste, pues su frialdad tiene algo de inaccesible, como ocurre con la expresión del rostro del profeta Isaías, que le separa de la persona que lo contempla.

La capa de color azul celeste envuelve al profeta en la contemplación. Su forro, color verde esperanza, lo mismo que la capa hinchada del niño que sopla, remite al futuro, el tiempo en el que se cumplirá la palabra del profeta, custodiada en el libro de cubierta azul: «He aquí que la virgen concebirá un hijo». ¿Es posible que el color amarillo azafrán del manto de la joven del fondo se refiera a ese nacimiento virginal, distinto a todos los demás nacimientos? Se trata del principal misterio de la fe cristiana, que la hace diferente de las demás religiones, y de acuerdo con el cual el Hijo de Dios se encarnó y nació de la Virgen.

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