Simbolismo Daniel
Frente a la sibila Pérsica, encima de la pared que contiene los frescos del Nuevo Testamento, se sienta el profeta Daniel, que escribe con un carboncillo y gesto enérgico en una hoja apoyada en un escritorio inclinado. Los dos niños desnudos, en falso relieve marmóreo, danzan a su lado. Posiblemente se trate de la danza nupcial que sigue al rito del matrimonio.
Uno de los niños no está encima del asiento, con el otro, sino delante, en el pedestal, entre las rodillas del profeta. Este muchacho, completamente desnudo, sostiene sobre sus hombros un enorme libro con una encuadernación de color rojo oscuro. ¿Por qué Miguel Ángel eligió una composición tan distinta a las otras representaciones tripartitas? Una ojeada a la Oración de la Inmaculada de Francesco della Rovere nos ayudara a comprenderlo mejor. El pasaje del libro del profeta Daniel citado por el teólogo franciscano, futuro papa Sixto IV, nos habla de la piedra que, sin ninguna intervención humana, se separó de la montaña e hizo añicos la estatua que el rey Nabucodonosor había visto en sueños. Sin darnos ninguna referencia, lo relaciona con otros pasajes proféticos, el primero de ellos el contenido en el capítulo noveno del libro del profeta Isaías. Como el profeta Daniel es el único al que el teólogo cita expresamente, pudo parecer que también la segunda alusión de un pasaje profético, la dedicada al «Libertador…, cuyo reino se apoya sobre sus hombros», pertenecía a Daniel. Es posible que Miguel Ángel se propusiera intencionadamente pintar en primer plano a la voluntas, una de las tres figuras que representan las facultades del alma humana. La voluntas, por ser la portadora del libro, procedería de las otras dos, relacionándose así con este último pasaje profético que alude a Cristo. Por encima de los hombros del profeta se divisa al niño que representa la memoria, envuelto en el mismo manto que cubre su cabeza y el respaldo del trono del profeta. Aunque pintado en el acto de escribir, Daniel representa el intelectus, pues procede en primer lugar de esta figura de niño.
Al manto violeta de la figura identificada como la memoria se opone el color del manto de Daniel, que deriva de la mezcla de tonos rojos claros y violáceos, mientras que el forro interior del manto del profeta, que tiene un borde con franjas doradas, pasa del amarillo claro al verde. El niño que sostiene el libro apoya su codo derecho en el forro amarillo claro que se encuentra sobre la rodilla derecha del profeta. El resto del forro verde del manto, adornado con franjas doradas, se extiende por detrás del niño completamente desnudo que sostiene un libro tan grande que cubre incluso la rodilla derecha de Daniel.
En la capilla, el amarillo claro es el color del pecado, sobre todo si se combina con el verde o cambia a este color. El forro del manto cubre las espaldas del niño desnudo. Consideremos este detalle de acuerdo con la interpretación cromática: mientras el niño sostiene sobre sus hombros el pesado libro con la encuadernación roja del amor, el manto del pecado le roza el costado derecho, manto que por sus colores nos recuerda el púrpura real que ya se ha visto en la figura del profeta Isaías. ¿Es posible que este niño que sostiene el libro aluda a Cristo, que tomó sobre sus espaldas el peso de la cruz y «cuyo reino se apoya sobre sus hombros»?
Daniel, encima del corpiño blanco sostenido en el hombro derecho por una hebilla redonda y dorada parecida a un botón, lleva una túnica de color azul celeste que le llega hasta los pies y cuyo embozo se le cae del hombro debido al ímpetu con que escribe y se dobla sobre sí mismo. De tal manera, sólo es posible ver el forro blanco de la túnica y muy poco de la guarnición amarillo claro del embozo. Si procuramos comprender los colores y la disposición de la figura del profeta y sus acompañantes, llegaremos a la siguiente interpretación: penitente, revestido por la fe y la contemplación celestial, al servicio total de la palabra escrita, reconoce la cara pecaminosa del poder real, simbolizado por el manto, cuyo peso efectivo, junto con el del amor, será sostenido por otro que se someterá dócilmente a este cometido. El libro, de cubierta roja y lomo dorado, aún no había sido entregado a la Cumana, y probablemente significa la revelación divina. Con la muerte de Cristo en la cruz se habrán cumplido las Escrituras. En cuanto a los demás detalles, cabe señalar que el lápiz corto que sostiene Daniel es más propio del dibujo que de la escritura, se trata del mismo instrumento empleado por Miguel Ángel para trasladar su inspiración al papel. Durante la restauración se hizo patente el avanzado estado de degradación en que se encontraba la superficie pintada de esta figura debido a las infiltraciones del agua de la lluvia y las manchas causadas por un silicato oscuro fuertemente pegado al pigmento que ya en el pasado habían obligado a efectuar diversos retoques. Los mejores, es decir, la restauración general del manto rojo violáceo encima de la rodilla izquierda, se deben a la mano de Annibale Mazzuoli, quien, por orden del papa Clemente XI, trabajó como restaurador de la capilla de 1710 a 1712.
Daniel es un símbolo importante de la redención futura tanto de los judíos como de los cristianos.