Simbolismo de la Sibila Eritrea
Las dos figuras que acompañan a la sibila, situadas detrás del facistol recubierto por un paño de color azul celeste, atraen nuestro interés. El niño que se encuentra a sus espaldas parece que acaba de despertarse y aún se frota los ojos. El otro, por el contrario, enciende con una antorcha una lámpara de aceite colgada de un portalámparas curvo colocado encima del facistol, en el que se encuentra un gran libro abierto que la sibila está leyendo. El niño sopla con fuerza el fuego, y la llama se agita horizontalmente por encima de la cabeza de la Eritrea, como si además de la lámpara de aceite la antorcha encendiera también el espíritu de la vidente.
Siguiendo la interpretación de la lectura como una referencia al intellectus, el intelecto, podemos atribuir a los dos niños las otras dos restantes facultades del alma: al niño que se frota los ojos para desvelarse, la memoria, y al que enciende la lámpara, la voluntad. Pero la lectura y la comprensión del libro también se fundan en la contemplación, ya que el libro se encuentra sobre un soporte recubierto por un paño azul celeste. El precioso pañuelo trenzado en los cabellos de la Eritrea es azul celeste, verde y rojo; los cabellos trenzados, como ya hemos visto, son una referencia a la condición de esposa. De color celeste es también el perillo que se prolonga en el alzacuello y pertenece a un corpiño cuyos hombros son verdes, siendo verde y amarillo en la parte que cubre el pecho y rojo claro entre el pecho y la región abdominal. Éste a su vez aprieta la amplia túnica sin mangas, ceñida por una faja verde debajo del pecho. El manto es verde y está forrado de amarillo dorado. Debajo del facistol de madera marrón se entrevé un tejido violáceo que cuelga del asiento de mármol y llega hasta el suelo. La sibila lleva anudada alrededor de las caderas una faja azul, mientras que su manto verde adopta tonalidades amarillo claro. Miguel Ángel desplegó toda la variedad de su paleta en la representación de esta sibila.
La sibila está empezando a presentir el sentido del mensaje que está leyendo en el libro; en efecto, la nueva luz de la revelación divina se enciende en su intelecto. La contemplación, la esperanza y el amor se hallan presentes en su espíritu, aluden a ellos los colores del pañuelo de la cabeza, del que un extremo azul le llega hasta la oreja y termina con tres nudos blancos. El pintor subraya con este detalle aparentemente insignificante cómo la contemplación lleva a la escucha de la fe. La vidente se encuentra completamente envuelta por la túnica blanca de la fe, que, a pesar de las pinceladas de pecaminoso color amarillo claro que vemos en su pecho, oculta el corpiño del color del amor como segunda virtud de quien primero se ha revestido por completo con la fe. Si bien el manto verde se transforma en el amarillo claro del pecado, roza el paño celeste del soporte del libro y el violeta que se entrevé debajo del manto: la contemplación y la penitencia. De esta manera, el amarillo dorado de la santidad, colocado encima de las piernas cruzadas, colorea el forro del manto. Esta lectura e interpretación concuerdan por completo con las pinturas de Noé que se encuentran en la bóveda.