La Separación de la Luz y las Tinieblas
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz» y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien.” (Gén 1,4)
“… el Papa le preguntó, importunándole, cuándo acabaría (…) a lo que él le respondió que estaría terminada «cuando yo me haya dado satisfacción en las cosas del arte». «Nos queremos -respondió el Papa- que satisfaga a nos en el deseo de que acabe pronto»; concluyó, diciéndole que si no la acababa pronto, haría que le tiraran desde el andamio.” (Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel Buonarroti, florentino, 1568)
Éste es el primer acto de la Creación del mundo, ocurrido el primer día, pero es la última escena pintada por Miguel Ángel en la bóveda. Para este tema, Miguel Ángel inventa una solución bastante sencilla pero de gran efecto y absoluta novedad compositiva. Fue pintada magistralmente al fresco en un solo día… Dios ha sido retratado de “abajo arriba” dando una perspectiva de gran eficacia. Suspendido en el aire, con una mano aleja las tinieblas y con la otra da origen a la luz, que proviene directamente de su persona: Dios es la luz. Toda la escena está expresada con un acentuado movimiento, como si soplase un fuerte viento. A menudo, en la Biblia, el Espíritu Santo está descrito como “una ráfaga de viento impetuoso” (Hechos 2,2). Miguel Ángel, en el torbellino que azota la túnica y el manto de Dios Padre, parece querer aludir a la presencia del Espíritu en el acto creativo. La separación del día de las tinieblas, símbolo de la división entre el bien y el mal, es una clara alusión al día del Juicio.
El último de los paneles menores de la bóveda, que junto con el de la separación de las aguas encima y debajo del cielo acompaña el sector principal dedicado al cuarto día de la creación, representa de nuevo a Dios en solitario. Miguel Ángel pintó las figuras divinas en dimensiones progresivamente crecientes de un sector al otro del techo para contrastar la reducción y el empequeñecimiento de las figuras que imponía por la perspectiva y para que la capilla no pareciera demasiado larga.
Con la figura de Dios que separa la luz de las tinieblas, Miguel Ángel persiguió algo que sólo sería igualado en el barroco. Representó la figura de manera que pudiera verse desde los cuatro lados. Además, al presentar la rodilla derecha de una forma tan marcada, la cornisa aparece como línea de demarcación inferior. Dios se arrodilla sobre el trozo de cornisa comprendido entre las dos figuras de jóvenes que sostienen el medallón donde se representa el Rapto de Elías al cielo.