La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo de El Pecado Original y La Expulsión del Paraíso

Expulsion 2 OK PfeifferEl cuarto sector de la bóveda de la capilla se halla comprendido dentro del espacio reservado, que corresponde al Santo del antiguo tem­plo de Jerusalén. El sanctasanctórum abarca el altar, el trono del Papa y tres filas de asientos cardenalicios siste­matizados de acuerdo con la llamada cuadratura. A partir de este fresco Miguel Ángel prescindió casi por completo de ayudantes, a los que despidió en gran parte aproximadamente el mes de septiembre de 1509. En efecto, pintó el fresco en todos sus detalles sin ninguna ayuda y, por si esto fuera poco, después de haberse libra­do de las instrucciones del teólogo papal. Si se exceptúan los dos espíritus puros, el fresco tiene por tema la natura­leza. El demonio es un híbrido formado por un cuerpo de mujer y una gigantesca cola de serpiente. El querubín viste de rojo, aunque son los serafines, y no los querubines, quienes arden por el amor puro a Dios, razón por la que se les suele representar con vestimentas rojas. Aunque posi­blemente Miguel Ángel quiso atribuir todas las cualidades angélicas a la figura encargada de expulsar a la pareja peca­dora. La expulsión tiene el ardor del fuego, y acaso por esto el querubín viste de color rojo; además, el rojo de la vestimenta del ángel corresponde por completo a la tradi­ción iconográfica. También viste de rojo el ángel que ex­pulsa a Adán y Eva del paraíso, que Masaccio pintó en la Capilla Brancacci de Santa María in Carmine de Florencia. La espada con la que el ángel de nuestro panel expulsa a la primera pareja humana del paraíso terrestre no tiene em­puñadura, al contrario de lo que ocurre con la de Masac­cio. Es muy probable que Miguel Ángel considerara a los ángeles seres puramente espirituales, que por lo tanto no pueden cortarse con la hoja de una espada. La espada se cierne pesadamente sobre la nuca de Adán; a partir de ese momento, al progenitor y a sus descendientes se les conde­nó a una muerte segura, simbolizada por la espada que el ángel sostiene con su mano izquierda, detalle que tiene una connotación negativa, pues se trata de un castigo.

Expulsion 6aTambién con la mano izquierda la serpiente del árbol ofre­ce el fruto a Eva, y también con la mano izquierda Eva lo coge. Eva tiende la mano hacia arriba, pero no coge perso­nalmente el fruto, como sí hace Adán, que con la mano iz­quierda dobla la rama del árbol de la ciencia mientras con la derecha aferra ávidamente el fruto. Así pues, el mal se ejecuta con la mano izquierda. Seguramente Miguel Ángel recordó cuanto había aprendido de Gioacchino da Fiore al pintar el fresco de la luneta donde entre los antepasados de Jesús puso a la familia de Jacob y José. Cuando el pa­triarca Jacob bendijo a sus nietos, José, el padre, cruzó las manos de Jacob, para que Efraín, el más joven, fuera ben­decido por la mano derecha del abuelo, mientras que Manasés, el mayor, era bendecido con la izquierda (Gn 48, 13s). Gioacchino da Fiore interpretó a Efraín como un re­galo de Dios y a Manasés como prefiguración de Jesucris­to que, en detrimento propio y para nuestro bien, experi­mentó la izquierda del Padre a través de la Pasión.

La piel de Adán es totalmente lampiña, no apunta en ella ningún pelo; el artista no se entretuvo en semejantes deta­lles. A Miguel Ángel le interesa ante todo la plasticidad de los cuerpos bien formados y su ubicación dentro de un es­pacio tridimensional. Del hecho de que los cuerpos se gi­ren uno hacia el otro se desprende una relación armónica en la escena del pecado original. El cuerpo de Eva encaja con el de Adán; éste ocupa el lado exterior como para pro­tegerla, mientras que Eva ocupa el interior.

Expulsion 4cTotalmente diferente es la relación existente entre ambos cuerpos en la escena de la expulsión del Paraíso. En ésta, Adán choca fuertemente contra el hombro de Eva, y el vientre y las piernas de la pareja que se aleja del Paraíso casi se tocan, y desde un punto de vista estético sus perfi­les desentonan de manera estridente. Adán oscurece a Eva, cuyo cuerpo vemos ensombrecido respecto al de él. También el ángel que arroja del Paraíso a los primeros padres tiene la cara en la sombra, porque la luz desciende desde lo alto y va hacia la izquierda.

Pero de acuerdo con el Génesis fue Dios quien arrojó a Adán y Eva del Paraíso después de proporcionarles unas túnicas de pieles (Gn 3, 23). El querubín, a quien no co­rresponde únicamente el papel de vigilante del Paraíso, sino también el de aquel que expulsa a los primeros pa­dres, es una invención artística de los pintores. A partir de los frescos en la nave de San Pablo Extramuros, restaura­dos por Pietro Cavallini, los artistas representaron en el aire o de pie frente a la puerta del paraíso, al ángel encar­gado de la expulsión. Es sabido que tanto en estas escenas como en las siguientes Miguel Ángel no sólo tomó como modelo las esculturas de Jacopo della Quercia que figuran en el portal de la fachada de San Petronio de Bolonia, sino también los frescos romanos de San Pablo Extramuros que acabamos de citar.

Para pintar el fresco del Pecado original y la expulsión de los primeros padres del Paraíso, Miguel Ángel no sólo se libró en gran medida de los teólogos vaticanos, sino que además encontró su estilo personal. En el fresco del Dilu­vio Universal hay muchas figuras pintadas a una escala tan reducida que al observador le cuesta reconocer los deta­lles. Pero las grandes figuras, que tienen casi la misma al­tura del panel, son proporcionadas a la gran distancia que las separa de quien las mira desde abajo. Por consiguiente, la unidad de la narración no se ve interrumpida por una multiplicidad de detalles que, por otra parte, resultan difí­ciles de reconocer.

Sin embargo, debemos detenernos por lo menos en uno de estos detalles: la cepa desnuda que emerge detrás de la figura de Eva y que forzosamente ha de simbolizar el ár­bol de la vida. Además, dos de sus brotes se dirigen contra la serpiente, recordando de tal forma la promesa que le hizo Dios: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te aplastará la cabeza y tú le acecharás el calcañar» (Gn 3,15). En el fresco del Diluvio Universal ya vimos un árbol desnudo que se inclina hacia el arca y al que se aferra la figura de la esperanza, y volve­remos a encontrar una cepa parecida, también sin hojas, en la representación de la Creación de Eva.

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