La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo de La Creación de Eva

Creacion Eva 1El artista evitó cualquier interpretación demasiado realista del acontecimiento; como modelo para la repre­sentación de esta escena: eligió las esculturas de Jacopo de­lla Quercia que podemos ver en el portal de San Petronio en Bolonia y el ciclo de frescos de San Pablo Extramu­ros.

El terreno, apenas esbozado, en parte aparece como un suelo rocoso y ondulado y en parte como un prado verde; al fondo se extiende una superficie de agua azul que llega hasta un horizonte claro que probablemente evoca el mar. Así, están representados los tres elementos, tierra, agua y aire, y el cuarto, el fuego, se encuentra en el color de la vestimenta de Dios y medio escondido en el hálito vital de los cuerpos desnudos y sonrosados de Adán y Eva. Para pintar el pesado manto de Dios, cuya figura paterna ocu­pa toda la altura del panel, Miguel Ángel mezcló algo de azul con un gris claro. En su acto creador, serio y recogido en sí mismo, Dios dirige su mirada hacia la compañera de Adán. Su larga barba le fluye sobre el pecho, y en su ex­presión se unen dignidad y fuerza creadora. Adán, dor­mido, tiene las muñecas cerca del vástago cortado en la base de la cepa y apoya el pecho y la mejilla en el tronco, con la cara hacia abajo y hacia la izquierda, apartada de Eva y el Creador. Eva más bien parece salir de la espalda que del costado de Adán. Entre ambos Miguel Ángel pin­tó un peñasco rocoso que relaciona a las dos figuras des­nudas pero al mismo tiempo las separa debido al color os­curo de la piedra.

Creacion Eva 3Por encima de la cabeza de Adán dormido, una larga rama sale de la cepa y se dirige hacia arriba a la derecha, pero no puede crecer más porque está partida, como lo están las dos ramas engendradas por ella. Este tronco desnudo con la rama partida repite el mismo tema que hemos visto en los frescos del Diluvio Universal y del Pecado original. En el panel de la Creación de Eva, el detalle del árbol muerto y partido parece anunciar el pecado original, que no tar­daría en acontecer, y remite también al auténtico árbol de la vida, la madera de la cruz en el que debería morir Cris­to, el segundo Adán, para redimir a su esposa, la Iglesia.

En esta Eva, creada pura y sin pecado, debemos ver el pro­totipo de la segunda Eva, concebida sin pecado y que se guardó siempre pura, como una esposa casta. En su mo­mento, esta cuestión fue ampliamente tratada por Frances­co della Rovere en su Orazione della Immacolata, escrita en 1458 para el obispo Dándolo de Padua. En cuanto figura de la Inmaculada, anteriormente pintada en la pared de detrás del altar, a Eva corresponde ocupar exactamente el centro del programa iconográfico de la Sixtina.

Puestos los ojos en Eva, pura todavía en el momento de su creación, los clérigos accedían al sanctasanctórum de la ca­pilla papal a través de la reja que existía en aquel tiempo. Sólo entonces el artista nos deja ver la figura de Dios. Eva es la criatura que adora a su Creador, la Iglesia-esposa y el alma-esposa de cada uno de los miembros de la Iglesia, que, de acuerdo con los designios de Dios, una vez alcanza­da la perfección es similar a la Virgen Madre, toda pureza.

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