La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

La interpretación judía de
El Pecado Original y la Expulsión del Paraíso

La sección de La fruta prohibida guarda también secretos. Se trata de un díptico, con un formato de dos partes iguales. A la izquierda vemos a Adán y Eva, inocentes aún, a punto de comer la fruta prohibida. La taimada serpiente aparece en el centro, enroscada en el árbol, tentándolos para caer en el pecado. A la derecha vemos a la pareja exiliada del jardín del Edén, avergonzada y mostrando ya signos del proceso de envejecimiento natural, pues parte de su castigo fue perder la inmortalidad y la eterna juventud. A primera vista, parece una representación típica de la historia que la Iglesia denomina el pecado original, o la expulsión del Paraíso. Pero observándola en profundidad, encontraremos elementos subversivos y sorprendentes, incluso en el formato elegido para el panel.

Expulsion 2 OK PfeifferObservemos en primer lugar la fruta prohibida. Como hemos destacado anteriormente, según la mayoría de tradiciones, la fruta era una manzana. De hecho, en el latín medieval, el término utilizado para designar una manzana era malum, que en otros casos de su declinación se convierte en male y mala, sinónimos de mal, como las palabras «malicioso» y «maléfico». En italiano moderno, las vocales se han intercambiado y manzana se denomina mela. Prácticamente todas las representaciones occidentales de la fruta prohibida muestran la imagen de una manzana.

Sólo había una excepción a la creencia generalizada: la de la tradición judía. El Talmud (en el Tratado Brachot, 40a) discute los puntos de vista de los rabinos y ofrece una creencia sorprendentemente distinta. Los sabios basan su conclusión en el principio místico de que Dios nunca nos presenta una dificultad a menos que haya creado su solución dentro del mismo problema. Por lo tanto, proponen que el Árbol de la Vida era una higuera. Al fin y al cabo, cuando el resultado inmediato de la trasgresión de Adán y Eva es la vergüenza, ocasionada por la toma de conciencia de su desnudez, la Biblia nos explica que su recurso fue cubrirse con hojas de higuera. Un dios compasivo proporcionaría la cura para la consecuencia del pecado a partir del mismo objeto que lo provocó.

Resulta difícil imaginarse que muchos cristianos de la época de Miguel Ángel, incluso de la actualidad, estuviesen al corriente de esto. Sólo lo conocería alguien que hubiera estudiado el Talmud. Evidentemente, en el panel de El pecado original de Miguel Ángel el Árbol Prohibido del Conocimiento es una higuera. Si se observa con atención, se aprecia que los frutos que cuelgan de la mano de la serpiente, y que Adán y Eva están a punto de coger, son jugosos higos verdes. Es notable que Miguel Ángel eligiera la interpretación rabínica de la historia bíblica por delante de la aceptada por sus contemporáneos cristianos.

Miguel Ángel eligió además una forma única de mostrar la inocencia de Adán y Eva antes de comer la fruta. Si se observa la posición de Adán cuando extiende el brazo hacia el árbol para coger un higo, es difícil no percatarse de que su órgano sexual está colocado casi delante de la cara de Eva. El detalle tampoco pasó por alto a la Iglesia, que prohibió en consecuencia cualquier reproducción de este panel hasta finales del siglo XIX.

Y queda aún pendiente otra enseñanza judía. Otro cambio sorprendente respecto a las imágenes habituales es que Adán es quien coge la fruta prohibida del árbol, en lugar de seguir el estereotipo de la «Mujer mala y tentadora» que le entrega la manzana mortal y lo seduce después de comérsela. Es para demostrar que Adán compartía completamente con Eva la responsabilidad del pecado. ¿Por qué? El Señor le ha dicho que pueden comer libremente de todos los árboles del jardín del Edén, excepto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal (Génesis, 2,16-17). Pero sólo unos versículos después, al principio del capítulo III del Génesis, cuando la serpiente tienta a Eva, nos encontramos con algo muy distinto:

La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer « ¿No os ha dicho Dios que no deberíais comer de todos los árboles del jardín?». Y respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín; más del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte”». (Génesis, 3,1-3)

Esto no es lo que Dios le había ordenado a Adán. El Señor especificó el Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal, no el «árbol que está en medio del jardín». Ese es otro árbol, el Árbol de la Vida. Más aún, nada se ha dicho sobre no tocar el árbol. ¿Cuál es la conclusión que extrajeron los antiguos rabinos de todo esto? Que Adán no había transmitido fielmente las verdaderas palabras de Dios. No especificó el árbol correcto, y adornó la prohibición de Dios con una provisión adicional de cosecha propia, diciendo que ni siquiera podían tocar el árbol. Esta trasgresión por parte de Adán convirtió a Eva en presa fácil de las mentiras de la serpiente. Cuando después de cometido el pecado Dios se enfrentó a un atemorizado Adán, el Hombre intentó echarle toda la culpa a la Mujer. Y cuando Dios se enfrentó a Eva, ella fue mucho más sincera y sólo dijo: «La serpiente me engañó, y comí». A destacar que no dijo «me tentó», sino «me engañó». ¿Y cómo la engañó? Los sabios de hace cerca de dos mil años desarrollaron el siguiente midrash para explicarlo todo: Cuando la serpiente engatusó a Eva para que se aproximase al árbol prohibido, le dio un empujón que le obligó a tocar el árbol. Viendo que no tenía ninguna consecuencia, ella se dejó convencer fácilmente de que Dios les había mentido. De hecho, no se trataba del árbol situado exactamente en el centro del jardín —ése era otro árbol místico, el Árbol de la Vida—, pero debido a la transmisión errónea de las palabras de Dios por parte de Adán, Eva desconocía cuál era la verdadera prohibición. De este modo, Eva fue engañada, y no meramente tentada. Así pues, Miguel Ángel decidió mostrar a Adán compartiendo la culpa a partes iguales, algo que no aparece en ninguna otra representación occidental del pecado original.

Y Miguel Ángel decidió seguir la tradición judía en un aspecto más. Sólo el midrash describía a la serpiente con brazos y piernas. En las imágenes tradicionales del jardín del Edén, la serpiente suele aparecer como una bestia enorme con un aspecto muy similar a las serpientes que conocemos hoy en día. A veces, la serpiente aparece con cabeza humana, pero eso es todo. Pero en la bóveda de la Sixtina, Miguel Ángel siguió de nuevo las enseñanzas judías y dio manos y piernas a su insólita serpiente.

Expulsion 5

Junto a la serpiente, en el lado derecho de este panel dividido en dos partes, vemos al ángel con la espada expulsando a Adán y Eva del Paraíso para siempre. Descubrimos aquí el último gran mensaje escondido en esta escena. El ángel bueno es un gemelo exacto de la malvada serpiente. Incluso los gestos y la posición del cuerpo son imágenes que parecen reflejadas en un espejo. La silueta de ambos cuerpos forma una especie de corazón humano. Miguel Ángel regresa con esto al tema de su antiguo poema y de La batalla de los centauros: la lucha entre las dos tendencias. Según la filosofía judía, todos tenemos un conflicto eterno que dura toda la vida, un «tira y afloja» entre el Yetzer ha-Tov (la inclinación a hacer el bien) y el Yetzer ha-Ra (la inclinación a hacer el mal). Nótese que las inclinaciones gemelas —simbolizadas por la serpiente y el ángel— aparecen en ambos lados del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal del jardín del Edén, pues es exactamente en este lugar donde la humanidad conoce por primera vez esta diferencia. Lo que el artista ilustra difiere del concepto habitual de pecado original propugnado por la Iglesia, un concepto ajeno al judaísmo. Su presentación refuerza el potencial humano para la libre elección y el libre albedrío.

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