La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Salomón

Bajo el mandato del rey Salomón, entre el 961 y el 922 a.C., las tribus de Israel vivieron un periodo de paz y de esplendor. No es, efectivamente, una casualidad si este rey, cuyo verdadero nombre era Jedidias, fue llamado Salomón. El nombre podría derivar de la palabra hebrea Shalòm que significa paz, prosperidad. Salomón nació en Jerusalén, hijo de Betsabé, esposa favorita de David, del que heredó el reino, aunque era más joven que sus hermanos. El suyo fue un reinado próspero y tranquilo que favoreció el comercio con las poblaciones vecinas y un grandioso programa constructivo. Salomón, de hecho, fortificó varias ciudades, abrió nuevas vías de comunicación a través de Palestina, fundó ciudades importantes como Ezion-Gheber, en el mar Rojo, puerto esencial para el comercio. Para la Biblia, la grandeza de Salomón estaba en su sabiduría, que él había pedido a Dios para poder gobernar a su pueblo con justicia, y por ello la Biblia le atribuye la realización del libro de la Sabiduría. Pero la empresa por la que Salomón es sobre todo célebre es la construcción del templo de Jerusalén, que fue solemnemente inaugurado en el año 950 a.C. Fue construido en bloques de piedra blanca con la ayuda de obreros fenicios especializados. Medía 54 metros de largo, 27 de ancho y 15 de altura, más o menos como una iglesia normal de nuestro tiempo. El templo estaba dividido en tres partes: un atrio, una sala para los sacrificios llamada Santo y, por último, la celda, el Santo de los Santos. El templo de Salomón fue destruido por los babilonios cuando conquistaron Jerusalén, y de él no ha quedado ninguna traza.

San Andrés

Apóstol, hermano de Simón Pedro. Antes de convertirse en discípulo de Jesús, había sido discípulo de Juan Bautista, y en los Evangelios es nombrado solamente otras dos veces. Según algunas tradiciones cristianas relatadas por el historiador Eusebio y según los apócrifos Hechos de Andrés, éste habría llevado la buena nueva a las regiones mediorientales de Escitia, Bitinia, Macedonia y Acaya, donde, en Patrás, habría sido crucificado con un tipo de cruz en forma de equis que de él ha tomado el nombre. Sus reliquias se conservan en Amalfi. Su cabeza fue llevada a Roma, a San Pedro, en 1462.

San Bartolomé

Apóstol, identificable quizás con el Natanael mencionado por Juan, del que Bartolomé (o sea, hijo de Tolomeo) sería el patronímico. La tradición cristiana sitúa su actividad misionera en la India, Asia Menor, Etiopía y Armenia. Parece ser que ha sido martirizado, o por crucifixión o por decapitación o, como aceptado por la mayoría, por desolladura. Su fiesta se celebra el 24 de agosto. Sus reliquias se conservan en Roma, en la iglesia de San Bartolomé en la Isla Tiberina.

San Blas

Se puede reconocer a san Blas, obispo de Sebaste en Armenia, entre los santos del Juicio, por los peines de hierro del cardador que, según una leyenda, fueron los instrumentos de su martirio, que tuvo lugar bajo el emperador Licinio, entre los años 307 y 323. El culto de san Blas, venerado particularmente como taumaturgo para las enfermedades de la garganta, es muy difundido tanto en Oriente como en Occidente, y se le han dedicado muchas iglesias y oratorios en el mundo cristiano.

San Lorenzo

Diácono de la Iglesia de Roma, probablemente había nacido en España. Habiendo rehusado entregar al prefecto del pretor el dinero que le había confiado la comunidad cristiana de Roma, fue martirizado, quemado vivo sobre una parrilla, el 10 de agosto del año 258, durante el imperio de Valeriano.

San Pablo (Saulo de Tarso)

Pablo era el nombre romano que asumió Saúl, hijo de unos hebreos de la diáspora, residentes en Tarso, pequeña ciudad de Asia Menor, y que había obtenido de Augusto el derecho de acceder a la ciudadanía romana. Nació entre el 5 y el 15 d.C., y murió probablemente en Roma en el 67 o el 68. De profesión tejedor, había sido discípulo del conocido maestro Gamaliel, convirtiéndose en un rígido fariseo. Perseguidor y enemigo de los primeros cristianos, fue llamado directamente por Jesús, quien se le apareció en la ruta de Damasco. Desde ese momento, fue un infatigable predicador del Evangelio, e hizo numerosos viajes misioneros a lo largo de la cuenca mediterránea. Dirigió su predicación también a los paganos, y por este motivo fue llamado el apóstol de los gentiles. De él nos han llegado, en el Nuevo Testamento, 13 Epístolas dirigidas a varios exponentes de las iglesias cristianas de los primeros tiempos.

San Pedro

Siguiendo la narración del Evangelio según san  Juan, aparece al inicio de la predicación de Jesús en Judea, cerca del río Jordán, donde Juan Bautista bautizaba. Fue su hermano Andrés quien lo presentó a Jesús, y del Maestro recibió el sobrenombre de Cefas, o sea Pedro. Los dos hermanos vivían en Cafarnaúm, en el lago de Galilea, donde trabajaban como pescadores y hospedaron a Jesús en su casa.

Los Evangelios asignan a Pedro una especie de primado entre los apóstoles, evidenciado por el episodio del reconocimiento del carácter mesiánico de Jesús en Cesarea de Filipos, y por la investidura claramente expresada en el último capítulo del Evangelio según san Juan. Discípulo desde el primer momento, Pedro siguió a Jesús también en el momento en que todos lo abandonaron, hasta los dramáticos días finales en Jerusalén. Aquí defendió a Jesús con la espada en el momento de su arresto, pero renegó de él cuando fue procesado por el Sanedrín. El arrepentimiento encendió en Pedro una fe inquebrantable y profunda, confirmada por el don del Espíritu Santo y glorificada por el martirio, acaecido probablemente en Roma, durante la persecución del año 65, bajo el emperador Nerón.

San Sebastián

Las fuentes verdaderamente dignas de fe sobre este mártir son muy escasas. Los hagiógrafos hacen referencia a una “passio”, o sea a una narración del martirio escrita hacia el siglo V, legendaria en su conjunto, pero verdadera en algunos particulares. Se sabe con certeza que Sebastián es un mártir romano, muerto bajo el emperador Diocleciano (245 aprox. – 313), y que fue sepultado en las catacumbas, como era costumbre entre los primeros cristianos en Roma. La Iglesia de Roma lo venera como patrón de la ciudad, después de los apóstoles Pedro y Pablo.

Santa Catalina de Alejandría

Catalina, mártir de Alejandría, es, entre las santas, la que más ha alimentado la fantasía de los artistas de todas las épocas. Según la narración de su vida, en gran parte legendaria, Catalina, de apenas dieciocho años, con sutiles y profundas argumentaciones, confundió a los filósofos que el emperador romano Majencio había llamado para contrarrestar su sabiduría, convirtiéndolos al Cristianismo. Prisionera, convirtió a la misma emperatriz. Fue condenada al suplicio de las ruedas puntiagudas, pero éstas se rompieron por intervención divina e hicieron una matanza entre los paganos. Solamente la decapitación consiguió frenar el valeroso testimonio de Catalina. El elemento iconográfico que la distingue, utilizado también por Miguel Ángel, es la rueda dentada que el artista, para aludir al milagro, reproduce despedazada.

Serpiente

Para muchos pueblos, la serpiente es el símbolo del mal pues está ligada al mundo subterráneo y porque insidia silenciosamente y amenaza con su mortal veneno. En otras culturas, la serpiente puede tener también un significado positivo; en este caso, simboliza el agua y evoca la fertilidad. Además, a causa de la muda estacional de la piel, es símbolo de inmortalidad en los mitos griegos y en las tradiciones de Indonesia, América del Sur y África.

Serpiente de Bronce

En el largo camino del éxodo de Egipto hacia la Tierra Prometida, Dios castigó la enésima traición del pueblo enviando serpientes venenosas que mataron a un gran número de israelitas. Pero las oraciones de Moisés obtuvieron la gracia de Dios, que ordenó al profeta colocar una serpiente de bronce sobre un asta: quien la miraba se curaba de la mordedura venenosa. Como recuerdo de este episodio, se conservaba una serpiente de bronce en el templo. Pero como también los recuerdos simbólicos, con el paso del tiempo, pueden transformarse en ídolos peligrosos, en el siglo VII a.C. el rey Ezequías la hizo quitar y destruir.

Sibila

Este nombre de etimología desconocida, cuyo origen quizá no procedía del griego, indicaba un tipo particular de vidente femenina. En tiempos del escritor latino Varrone, se distinguían 10 sibilas: Persa, Líbica, Délfica, Cimérica, Eritrea, Samia, Cumana, Elespóntica, Frigia y Tiburtina. La sibila profetizaba bajo inspiración, signo de la posesión divina, fuera de la religión pública. En la tradición popular cristiana, la sibila constituía el símbolo de la espera pagana de Cristo, preanunciadora de su venida, igual que los profetas hebreos.

Simón el Zelotes

Apóstol, quizás un pariente de Jesús. En los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, sólo es nombrado en la lista de los Doce con dos apelativos: “Cananeo” (Mateo 10, 4 y Marcos 3, 18) y “Zelotes” (Lucas 6, 15 y Hechos 1, 13). El primero de los dos nombres está ligado al lugar geográfico de origen, la tierra de Canaán; el segundo evidencia una característica de la persona: “ardiente de celo”. En la tradición cristiana, el apóstol Simón es venerado junto a Judas Tadeo con quien, siempre según la tradición, afrontó el martirio en defensa del culto cristiano contra la idolatría. La sierra que Miguel Ángel le pone en la mano es el símbolo de su martirio.

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