La interpretación judía de
La Creación de Adán
En el panel vemos a Adán, el primer ser humano, recién formado a partir del polvo de la tierra, con aspecto lánguido y flácido porque aún carece del vital ruach HaShem, la fuerza vital divina. No se trata sólo de Adán, sino que según el pensamiento neoplatónico y cabalístico, aquí tenemos a Adán Kadmon, el ser humano primordial, el prototipo de toda la vida humana y el modelo microcósmico del universo.
Vemos también a Dios, no tanto como el Todopoderoso, sino en su papel de Creador, el Único que, con la creación de Adán, nos crea a todos nosotros. La representación de Dios en esta escena ha provocado amplios debates y preguntas a lo largo de los siglos: ¿Quién es la mujer que aparece bajo el brazo izquierdo de Dios? ¿Quién es el niño que aparece bajo su mano izquierda? ¿Por qué Dios necesita tantos ángeles a su alrededor incluso, aparentemente, para sujetarlo en los aires? ¿Por qué el artista creó una imagen tan concurrida, con tantas figuras adicionales alrededor de Dios, y añadió además una gigantesca capa de color púrpura y un pedazo de tela de color azul verdoso colgando como la cola de una cometa?
Respecto a la identidad de la misteriosa mujer existen dos opiniones dominantes. Una defiende que se trata de Eva, o del alma de Eva, esperando a su compañero del alma, Adán. La otra interpretación es que se trata del concepto neoplatónico de Sofía, la diosa griega símbolo de la sabiduría. Es precisamente esta segunda opinión la que encuentra un cierto apoyo cabalístico. En las oraciones diarias de los judíos tradicionales hay una bendición de acción de gracias por nuestra vida y por la genialidad de nuestras funciones orgánicas. La oración expresa gratitud a Dios Asher yatzar et Ha-Adam b ’Chochmah, «que formó la humanidad con sabiduría». Pero en lugar de utilizar la palabra hebrea anashim (hombres, humanidad, gente), que sería la más común, la oración utiliza el término et Ha-Adam, que significa de forma literal «el Adán», el ser humano primordial. La expresión refleja con fuerza la perspectiva cabalística de que el hombre fue creado a través de la sefirah de Chochmah, la sabiduría, conocida en griego como Sofía… la idea que Miguel Ángel podría estar expresando.
El niño que aparece bajo la mano izquierda de Dios es muy probablemente el alma de Adán, a punto de serle transmitida. Hay que destacar que la posición del cuerpo del niño imita la posición del de Adán. Está a punto de ser infundido a Adán a través de su mano izquierda. Según la tradición, la mano izquierda es aquella a través de la cual recibimos los beneficios y las bendiciones, pues sus vasos sanguíneos van a parar directamente al corazón. Incluso hoy en día, mucha gente de todo el mundo lleva la pulsera de cordón rojo de la bendición de la matriarca Raquel… en la muñeca izquierda. Miguel Ángel sabía también que su talento era una bendición de Dios. ¿Es sólo casualidad que el artista, que representó a Adán recibiendo su alma del Creador a través de la mano izquierda, fuera zurdo?
El resto de las preguntas —sobre por qué la imagen de Dios es tan complicada en este panel rodeado de tantas figuras en apariencia superfluas, una capa y un trozo de tela colgando— quedó respondido por casualidad en 1975. Un cirujano judío de Indiana, el doctor Frank Mershberger, entró en la Sixtina para realizar una visita, levantó la cabeza para contemplar el grandioso fresco, y de pronto se vio sorprendido no sólo por el sobrecogimiento, sino también por una sensación de… extraña familiaridad. Lo que reconoció en el panel de La Creación el cirujano norteamericano fue la inconfundible forma de la capa y del trozo de tela colgando. Bloqueó mentalmente y separó de la imagen los colores y las demás figuras. Y entonces se descubrió imaginándose los diagramas que había estudiado en su libro de texto elemental de la Facultad de Medicina. El cerebro, el cerebelo, el lóbulo occipital, el córtex, el tronco cerebral… claro. Todo estaba allí. Lo que Miguel Ángel había escondido en aquella pintura era una sección transversal perfecta del cerebro humano. Pero ¿por qué?
Una vez más estaba mostrando a los «conocedores» lo que había aprendido de manera clandestina a través de sus disecciones ilegales. Las únicas personas que habrían podido reconocer los órganos internos ocultos en la bóveda serían otros buscadores de conocimientos que llevaran a cabo el mismo tipo de actividades prohibidas. Los conocedores del secreto guardaron silencio y fue así como el secreto se perdió o quedó olvidado durante muchas generaciones. Prueba de la experiencia anatómica de Miguel Ángel, y de su sutil manera de camuflar sus mensajes, es que fuera un cirujano profesional del siglo XX quien redescubriera su secreto.
Miguel Ángel escondió esta evidencia de sus estudios anatómicos prohibidos para transmitir el concepto de la creación enraizada con la sabiduría: el «cerebro» de Dios, por decirlo de algún modo, es el origen del aspecto del ser humano en la tierra. Estamos ante una nueva ilustración de una idea que la Cábala enfatiza, la de que el cerebro humano es el órgano vinculado de forma mística a la sefirah del Chochmah/Sabiduría. Increíblemente, Miguel Ángel conocía una verdad aún más profunda, apuntada tiempo atrás en el pensamiento cabalístico: lo que está vinculado a la sefirah del Chochmah/Sabiduría, no es la totalidad del cerebro, sino sólo su hemisferio derecho, exactamente la parte que Miguel Ángel pintó en este panel. El artista encontró la manera visual de reflejar la antigua oración judía que proclamaba que Dios creó a Adán con el Chochmah, el lado derecho del cerebro divino.
Hay expertos que opinan que las figuras entrelazadas adicionales que rodean a Dios son los principales centros cerebrales y los ganglios (las intersecciones de la «autopista» del sistema nervioso). Pero hay otra explicación mística mucho más fascinante. Según el Talmud, el midrash y la Cábala, la gota de semen que fecunda el útero de la mujer no se origina en el sistema reproductivo masculino, sino en el cerebro del hombre. Según esta interpretación, todas esas figuras que rodean al Creador somos nosotros, los futuros descendientes de Adán y Eva a la espera de ser concebidos. Eso nos convierte en descendientes directos de Dios, a la espera de nacer de su cerebro: un concepto poderosamente universalista.
Y aún hay más. Sabemos que Miguel Ángel estudió la Cábala, por lo que es completamente seguro que conocía el concepto de Mochah Stima’ah, el cerebro oculto. Se trata de una faceta misteriosa de Dios, escondida detrás y entre las sefirot del Árbol de la Vida. Representa el propósito del Todopoderoso y el razonamiento que sustenta ocurrencias y mandatos en apariencia insignificantes. Cuando la gente de fe dice «Las formas del Señor son misteriosas», implica una creencia en este Mochah Stima’ah, la base lógica camuflada de Dios, su plan divino, oculto detrás de todo aquello que trasciende a la comprensión de nuestras mentes finitas y mortales. Incluso la palabra «misterioso» tiene su raíz en la palabra hebrea nistar, que significa ‘aquello que está escondido’. El Mochah Stima’ah es también el propósito desconocido que hay detrás de la voluntad de crear. Este «cerebro oculto» (conocido también como «sabiduría escondida») inspira en el ser humano la voluntad de crear, de construir, de diseñar, y sí… de esculpir y pintar. Es el origen de nuestro impulso de imitar al Creador y de infundir al mundo significado y propósito. Según la Cábala, fue trasvasado a nosotros a través de los dos conjuntos de emociones que brotan del Árbol de la Vida. Las emociones superiores —las emociones espirituales, trascendentes y auto controladas— reciben el nombre de Yisrael Saba, o «el Israel Anciano». (La palabra aramea saba, que significa “anciano sabio”, tiene la misma raíz babilónica que la palabra “sibila”) Las emociones inferiores —las emociones materiales, egocéntricas e impulsivas— reciben el nombre de Yisrael Zuta, o «el Israel Pequeño». En un genio apasionado y creativo como el de Miguel Ángel impulsado por una necesidad incesable de crear, entran en juego ambos tipos de emociones, las superiores y las inferiores. No es de extrañar, pues, que pintara el Mochah Stima’ah, con el disfraz femenino de Sofía, flanqueada por la ahora clásica figura de un Dios con barba blanca, representando a Ysrael Saba, y por el niño que representa a Ysrael Zuta, todo ello encerrado en el hemisferio derecho del cerebro humano, bendiciendo la mano izquierda del Hombre con el talento y la voluntad de crear. Visto desde esta perspectiva, descubrimos oculta dentro de esta escena mundialmente famosa nada más y nada menos que una lección prohibida de anatomía, un viaje a las profundidades de la Cábala y un autorretrato secreto de Miguel Ángel representado como Adán, aunque no por vía del aspecto físico del artista, sino por medio de su alma.