La interpretación Judía de
La Separación de la Luz y las Tinieblas
Miguel Ángel conocía la historia de la Creación desde la perspectiva mística judía, pues su maestro Pico della Mirandola había investigado y escrito sobre ella en un libro titulado el Heptaplus, o la «Explicación séptupla de los seis días de la Creación». En el primer panel vemos el primer versículo de la Torá: «En el principio. Dios creó el cielo y la tierra». En esta representación, el Todopoderoso está retorcido como una serpiente, adoptando una posición contorsionada similar a la que el artista tenía que adoptar para crear el fresco. Dios aparece separando el cielo con las manos. Con este gesto, Miguel Ángel demuestra comprender un concepto clave del texto hebreo: en la Biblia judía, Dios crea el universo por medio de la separación y la diferenciación. Dios separa la luz de la oscuridad, el día de la noche, las aguas de la tierra firme, y así continuamente. Para imitar esta fórmula divina, el pueblo judío recibirá la orden, en un momento posterior de la Torá, de separar y diferenciar a su vez: entre el sabbat y los días laborables, entre alimentos kosher y no kosher, entre sacrificios puros e impuros, entre acciones buenas e inmorales, y así sucesivamente.
Existe otra razón por la que el cuerpo de Dios aparece retorcido de esta manera. Si observamos con detalle la escultura del Laocoonte, descubierta sólo dos años antes de que Miguel Ángel iniciara el proyecto de la bóveda, veremos que el escultor no pudo resistir la tentación de dar a Dios el magnífico torso que presenta la obra maestra griega.
Todos los tutores de Miguel Ángel en el palacio de los Medici se sentían fascinados por los comentarios bíblicos hebreos del gran sabio Rashi, que vivió en Troyes, Francia, en el siglo XI. Pico della Mirandola, en especial, ahondó sobremanera en Rashi para sus estudios sobre la Creación. Al ver el primer panel de la bóveda, podemos afirmar con casi total seguridad que Miguel Ángel aprendió también algunos de los comentarios de Rashi. En el primer capítulo del Génesis, al final de cada día de la Creación, dice el texto: «Y atardeció y amaneció, día segundo/tercero/cuarto/quinto/sexto». Sin embargo, curiosamente, al final del primer día, el Génesis hebreo dice: «Y atardeció y amaneció, un día». ¿Cómo explicar esta expresión, que parece lingüísticamente incorrecta, en comparación con el conteo de los demás días? Sería mucho más correcto que la frase terminara con «día primero». Rashi nos ofrece una intrigante explicación: el Señor quería asegurarse de que la humanidad comprendiera de forma correcta el concepto de la unicidad de Dios, de modo que dejó claro que el primer día era en realidad un día sólo del «Único», sin contar aún con la existencia de ángeles ni de ningún otro tipo de ente celestial. En efecto, en la bóveda de la Sixtina Miguel Ángel representa a Dios el primer día como Único, y es el único panel de las tres primeras secciones en las que no aparece ningún ángel.
Un último hecho asombroso sobre este panel: fue pintado hacia el final de los sufrimientos de Buonarroti en la bóveda. Estaba desesperado y con prisas por terminar su trabajo, no sólo por motivos de salud como porque existía la preocupación de que el Papa, que había estado enfermo de gravedad, no sobreviviera para ver el proyecto finalizado. Si Julio hubiera muerto antes de que la bóveda estuviera acabada, el siguiente pontífice podía cancelar el contrato del artista, y quizá también cambiar de idea u obligarlo a abandonar el trabajo. Casualmente, cuando Miguel Ángel creó este panel, trabajó también sin sus «ángeles», los ayudantes que lo ayudaban a preparar los bocetos a tamaño natural y a transferir luego los perfiles de las figuras a pintar sobre el intonaco húmedo. De hecho, este escultor que se había dicho a sí mismo «No soy pintor», pintó ese panel en un solo día y totalmente a mano alzada, algo que muy pocos artistas especializados en pintura al fresco se atreverían incluso a intentar.