Simbolismo de La Separación de la Luz y las Tinieblas
Seguramente Miguel Ángel al pintar la bóveda de la Sixtina experimentó en persona la posición de algunas de sus figuras, que no siempre estaban arrodilladas, sino de pie, y con frecuencia curvadas hacia atrás, como por ejemplo la figura de Dios. Si observamos a Dios Creador alineándolo con las otras figuras de los tres últimos sectores de la bóveda, lo veremos avanzar desde la izquierda, flotando en el campo de la imagen y volviendo todo el cuerpo hacia el ángulo derecho superior. Se trata de una zona que nosotros consideramos secundaria pero que el pintor probablemente tomó como vista principal. En tal caso, los nubarrones oscuros estarían en la parte alta del campo de la imagen, y la formación de nubes claras ocuparía el espacio inferior. Pero las tinieblas, como todo aquello que no es bueno, no deberían representarse en la parte alta, sino más bien en la inferior.
Pero si miramos a Dios desde un tercer punto de vista, veremos que no empuja a las tinieblas sólo con la mano izquierda, sino con todo el cuerpo y con el manto de color rojo claro hinchado por el viento. Si nos alineamos con El y miramos el campo de la imagen, nos sentiremos arrastrados dentro del torbellino que da origen a la creación, y nuestra mirada se concentrará en la cabeza y las manos creadoras. Se entrevé la mano izquierda de Dios, que aparta a un lado la oscura cortina de nubes, mientras que la derecha modela una forma, dando un ligero toque a las nubes blancas.
Según dice Francesco della Rovere en su sermón, Dios llevó a cabo la separación de la luz y las tinieblas con vistas a la Imaculata Conceptio. Pietro Galatino, buen conocedor de la cábala, afirma que Dios, al crear a Adán, aisló una materia especialmente apreciada de su semen y la conservó intacta a pesar del pecado original. Esta materia, propia del tiempo de la creación y no corrompida por el pecado, se preservó a través de los siglos y sirvió para formar a la madre del Mesías.
Aumentan, pues, los indicios que nos remiten a Pietro Galatino. Probablemente por esta razón, Miguel Ángel, instruido por su asesor en teología, representó la separación de la luz y las tinieblas de una forma totalmente inusual. Dios empuja la masa oscura con la mano izquierda y con la derecha modela una forma luminosa, como si fuera un artista. Su figura corporal tiene una gracia femenina, mientras que la cabeza, de la que se entrevén la barba y los bigotes, está representada mediante un atrevido escorzo y sólo la vemos en parte.
Miguel Ángel nos presenta a Dios modelando una nube, y se diría que la acaricia con delicadeza. Seguramente sus pensamientos se centran en la esposa sin mácula que encontrará su plena realización en María.