Simbolismo de El Infierno
En el ángulo inferior, a la derecha del fresco, Miguel Ángel, basándose en la Divina Comedia de Dante, pintó la barca de Caronte que transporta a los condenados al otro lado de la laguna Estigia, al lugar de su castigo. Aquí, Caronte no golpea a las personas con la pala del remo para que suban a la barca, como ocurre en la obra de Dante, sino que las expulsa de ella, las empuja hacia los demonios, que aguardan a sus víctimas y las sacan de la barca con unas largas barras de hierro.
Abajo, en el extremo derecho, vemos a Minos, el juez infernal, que ya ha enrollado dos veces su cola de serpiente alrededor de su cuerpo para indicarle al recién llegado el segundo círculo infernal. A éste le espera con los brazos abiertos una diablesa con cabeza de gato dispuesta a yacer con él en la cama de fuego del infierno. Minos, con sus grandes orejas de asno, es atormentado por una serpiente que ha subido reptando por sus piernas y le muerde el pene. Su rostro es el de Biagio da Cesena, maestro de ceremonias del papa Pablo III. Según nos cuenta Vasari, cuando el Papa pidió a Biagio su opinión respecto al nuevo fresco, éste contestó que ya le había dicho al artista cuánto le disgustaba la presencia de tantas figuras desnudas en un lugar tan santo, y entonces Miguel Ángel se vengó perpetuándolo como Minos del Juicio Final.
Al lado de Minos, un condenado señala aterrorizado la proa de la barca en el lugar preciso donde se ve un agujero destinado a dejar pasar la cadena del ancla, que todavía falta. En lenguaje alegórico esto indica la ausencia de esperanza. Es probable que Miguel Ángel, antes de pensar en la barca de Caronte, hubiera previsto pintar unas arpías de alas gigantescas, de las que sólo ejecutó una, con una sola ala, que transporta a una mujer desnuda, echándose las piernas por encima de los hombros mientras con sus afilados dientes muerde la pantorrilla de la desgraciada. Las proporciones del cuerpo de la mujer no acaban de concordar con los recios y musculosos hombres que vemos en la barca, ya que la mitad de la mujer es el resultado de superponer el ala izquierda de la arpía con la de un ser demoníaco imaginario. Además, se encuentra tan apretada entre dos cuerpos de hombres desnudos que su brazo derecho no tiene sitio. El personaje de hombros musculosos que vemos a su lado, a la izquierda, se agarra con la mano derecha a un hierro con el que un demonio con cabeza de león tira de él y le hace saltar por encima del borde de la barca.
Otro diablo de garras afiladas, que se encuentra a la izquierda, debajo de Minos, el juez infernal, aferra con la mano izquierda un hierro sin mango, como si fuera un puñal. Para la simbología tradicional la mano izquierda es la del castigo y la desgracia, y las criaturas angélicas, como son los demonios, no pueden cortarse porque no tienen cuerpo. Por lo tanto, si la mano derecha de un condenado lleva como pegado un trozo de hierro, y esto supone para él una desgracia, debemos pensar que el pintor se propuso presentarnos a un criminal, un asesino.
Un hombre que se encuentra a la izquierda de la infeliz mujer parece querer descender de la barca para colocarse detrás de ella, a horcajadas sobre la espalda del demonio alado. Una mujer se abraza en el último momento a las piernas musculosas del marido, procura retenerle en la embarcación, pero él, que aferra el hierro con fuerza, ya ha caído por el borde de la barca. Y otro más, movido por una misteriosa fuerza interior, con los pies juntos y los brazos extendidos, se dispone a dar un salto para abandonar la barca.
Delante, el hombre desnudo al que espera con los brazos abiertos la diablesa con cabeza de gato es echado de la barca por dos demonios con cuernos de carnero que esgrimen un garfio de hierro. Se siente tan iracundo que, con los puños cerrados, desea atacar a los diablos. Otro hombre joven y desnudo, sentado a horcajadas en el borde la barca, está a punto de perder el equilibrio y caer, pero no opone ninguna resistencia.
En la proa, un hombre oscuro, que tiene una barra alrededor de la garganta, es arrastrado cabeza abajo, directamente a los infiernos, por un diablo del que sólo vemos las manos que aferran la barra asomando por la boca encendida del infierno. Alrededor del juez Minos se reúnen figuras diabólicas de todo tipo, y al fondo, en el aire rojo y sulfuroso invadido por el fuego, puede probablemente reconocerse la cabeza de Lucifer sobrepasando a los demás diablos.
En la parte izquierda de la barca, en el lugar donde Caronte golpea con el remo a la masa de los condenados, éstos se agachan para poder librarse de los golpes. Los hombres, pintados casi siempre desnudos, miran asustados al vacío, mientras que las mujeres, que todavía llevan la mortaja gris con la que se cubren la cabeza, se ocultan detrás y entre los cuerpos de los hombres.