Simbolismo de la Sibila Cumana
Las dos parejas formadas por un niño y una niña que acompañan a la figura de la sibila miran uno a lo lejos y el otro hacia el interior, como los dos atlantes que hemos visto al lado de Isaías. Los ojos de las niñas miran hacia el interior, mientras que los de los niños miran hacia las figuras adyacentes situadas, respectivamente, a derecha e izquierda en la imposta de la bóveda y en los gajos triangulares.
La vidente, de edad avanzada, pero de brazos musculosos como los de un héroe, está girada hacia la derecha y lee un grueso libro en folio encuadernado de color verde. Mueve los labios, pero parece que le cuesta comprender el mensaje profético (el color verde de la encuadernación del libro nos habla del futuro). Además, le falta el libro del amor, encuadernado en rojo, que el niño desnudo, situado en primera fila y de pie sobre el asiento del trono, tiene bajo su brazo derecho. El segundo niño, que viste la capa verde de la esperanza, está detrás de ella y le abraza. La pareja de hermanos mira silenciosamente el esfuerzo realizado por la vidente. Memoria e intelecto abandonan a la voluntad, representada de nuevo por la figura de la sibila, a su propia actividad.
La sibila tiene el don de la contemplación, como da a entender su túnica azul celeste sin mangas, y del discernimiento espiritual, como sugiere su manto color amarillo azafrán. Sin embargo, el estrecho perfil del escote de su pecho es de un pecaminoso amarillo claro, mezclado con el verde. La cofia y el chal son de un blanco luminoso, que es el color de la fe. También es verde, como la encuadernación del gran libro en folio, la bolsa que contiene los pergaminos y que, con sus franjas rojas, cuelga del almohadón color rojo sangre, sobre el que se apoya el libro que lee la sibila. Al lado de la bolsa, a la izquierda, cuelga un puñal. ¿Qué puede significar? Cumana prevé sucesos sangrientos. Ya Botticelli aludió en sus dos primeros frescos realizados en la capilla a uno de estos hechos cruentos relativo al asesinato de Giuliano de Médicis durante la conjura de los Pazzi en Florencia. En la primera parte de este estudio hemos hablado de la relación existente entre dichos frescos y aquel suceso. En el extremo izquierdo de la pintura, que tiene por tema el sacrificio de purificación del Antiguo Testamento junto con las Tentaciones de Jesús, se reconoce perfectamente a uno de los conjurados con el puñal en la mano.
Al igual que Botticelli, también Miguel Ángel era partidario de los Médicis, debido, entre otras cosas, a que Lorenzo de Médicis fue su primer mecenas, acogiéndole en su casa y en su círculo de artistas.
Junto con la Eritrea, la Cumana era una de las sibilas más apreciadas, y en la Capilla Sixtina representa a la península itálica. En el sexto libro de la Eneida de Virgilio se cuenta cómo esta sibila le franqueó a Eneas las puertas del infierno, lugar donde se le predijo el futuro de Roma. Virgilio es considerado uno de los autores más importantes por Egidio de Viterbo, quien conoció la obra de este poeta en la Academia de Pontano, durante su estancia en Nápoles, antes de que el papa Julio II le llamara a Roma y se convirtiera en el predicador más eminente entre los intelectuales de la corte papal. No debe excluirse la posibilidad de que el profeta representado en la parte opuesta de Cumana recordara precisamente a este predicador.
En la época de Miguel Ángel, se tenía la idea de que la sibila de Cumas había profetizado tanto la llegada de Jesús como la elección divina de Julio II como Papa. Por eso Buonarroti, vistió a la sibila de Cumas con los colores azul real y dorado de la familia Della Rovere y la colocó justo en la zona central de la pared, delante de la zona donde se situaba el trono papal. La sibila de Cumas simboliza a Julio, al Vaticano y a Roma. Pero aun así, incapaz de reprimir sus verdaderos sentimientos hacia el Papa, Miguel Ángel insertó un putto (el singular de putti) muy poco angelical haciéndole un gesto obsceno a la anciana dama, igual que había hecho en el panel de Zacarías sobre la puerta principal. Pero colocó este atrevido insulto personal de forma tan sutil que sólo ha podido ser descubierto recientemente, durante los trabajos de limpieza y restauración de la Sixtina. Ahora, cinco siglos después, vemos que la rabia del artista consiguió, sorprendentemente hacer un gesto obsceno hacia el papa Julio II no sólo una vez, sino dos veces, en el proyecto de la bóveda encargado personalmente por él.
En vida de Miguel Ángel, se seguía considerando que los judíos orientales estaban en el exilio romano, pues vivían bajo la dominación de la Iglesia. Ésta es la razón por la cual coloca al putto realizando un gesto obsceno en dirección a la sibila de Cumas. Ella es el símbolo de todo lo que Miguel Ángel detestaba sobre los abusos de poder, la intolerancia y la hipocresía del Vaticano. Según describía en su poema, el Vaticano de sus tiempos había distorsionado y traicionado tanto a Jesucristo como al cristianismo. Por eso tenía que ser tan astuto y cuidadoso escondiendo sus mensajes en la Sixtina. Miguel Ángel había prometido al Papa y a sus consejeros que el tema de la bóveda sería la redención del mundo a través de la Iglesia. Pero, en cambio, insertó magistralmente su anhelo personal por la futura redención del mundo del dominio del corrupto liderazgo de la Iglesia de su época.