La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo de La resurrección de los cuerpos

Condenados 17El artista toscano representó de una manera muy personal y utilizando tonos extremadamente dramáticos el tradicional combate entre los ángeles y los demonios por la posesión de los cuerpos de los resucitados. En una hoja de la Royal Library de Windsor aparecen esbozadas tanto ésta como las escenas siguientes mediante figuras muy pequeñas. Miguel Ángel se sentía ya tan seguro de lo que hacía que las figuras representadas a escala muy reducida  casi no sufrieron variaciones en el fresco. Un diablo con cuernos de cabrón arrastra a un resucitado, cogiéndolo por los cabellos, hacia abajo, a las fauces del infierno. Dos ángeles han acudido en socorro del hombre, que está completamente desnudo. Uno de ellos, vestido de verde, ha cargado sobre los hombros las piernas del hombre, mientras el otro, con un manto rojo, se dispone a cogerle firmemente las piernas. El momento es dramático. El rostro contraído del hombre refleja su inquietud por el incierto resultado del combate entre los ángeles y el demonio. Sirviéndose de los colores, el pintor nos habla una vez más de las virtudes del amor y la esperanza. Envuelto por la vestimenta violácea de la penitencia, un ángel arrastra a un hombre cubierto por retazos de hilo de color blanco-gris; parece estar muerto. Lo coge desde atrás y lo arrastra, en diagonal, hacia arriba, como si socorriera a un ahogado nadando de espaldas. Este hombre, rígido como si estuviera muerto, tiene en los pies una diabólica víbora de color verde. La mano de un demonio, salida de los infiernos, ha hecho un lazo con la serpiente y lo ha puesto alrededor del talón del hombre, que está en serio peligro, pues aquélla intenta arrastrarlo al fuego infernal. La víctima mira fijamente al ángel de la esperanza, vestido de color verde; comprometido en su obra de salvación, junto con el ángel del amor, intentan arrebatar un resucitado al diablo.

Otras figuras que acaban de resucitar están a punto de ser arrastradas a la garganta infernal. En efecto, dos manos diabólicas, que surgen de la boca encendida de la tierra, han aferrado los lienzos fúnebres de dos infelices y los han arrastrado con fuerza irresistible hacia el abismo. La primera figura, con gran sufrimiento, procura oponerse a esta resaca e intenta alcanzar la salvación con todas sus fuerzas. La que está detrás parece pedir ayuda volviendo la cabeza hacia lo alto y amplificando la voz con la mano izquierda. El artista distribuyó las fuerzas y las masas de manera que el observador piense que ambos hombres acabarán por ser arrastrados al fuego del infierno.

Resucitados 03El resultado es inseguro para aquellos que salen de la tierra a ambos lados de los anteriores. Probablemente, la mujer envuelta todavía en su sudario, y cuyos ojos miran hacia lo alto confiados, conseguirá ascender al Paraíso. Detrás de ella, vemos el rostro terroso y momificado de una figura que está resucitando y, en primer plano, otra que sale de una hendidura de la tierra. Su rostro sigue siendo gris, tiene la rigidez de la muerte y sus ojos están cerrados.

El grupo contiguo situado a la izquierda forma una especie de pirámide extraordinaria. El individuo que está saliendo de la tumba mira asombrado a las dos figuras que están siendo arrastradas al infierno por manos diabólicas. A su lado, la impresionante figura de un resucitado representado como un esqueleto es la personificación de la muerte. En estas dos figuras se traspone en imágenes el verso mors stupebit et natura del himno Dies irae. De ser válida la hipótesis de una representación de la muerte, llena de estupor, no parece tener fundamento la hipótesis de una personificación de la naturaleza por parte del hombre que sale del sepulcro. En una personificación, el género biológico concuerda con el género gramatical del concepto representado en imagen, por lo que la naturaleza debería estar representada por una mujer.

Por debajo del sudario de la representación de la muerte aparece un rostro, similar una vez más al retrato de Miguel Ángel, que mira hacia el espectador, y las órbitas vacías del imponente esqueleto se dirigen hacia él. A la izquierda, detrás del individuo que sale del sepulcro, otro hombre, de dientes salidos y todavía presa de la rigidez de la muerte, es sostenido por una mujer completamente envuelta en retazos de lino, a la que podemos interpretar como una imagen del amor al prójimo.

Detrás de la mujer, un esqueleto, cuya cabeza ya se ha recubierto de carne, mira oblicuamente hacia el cielo, en dirección a los ángeles que tocan la trompeta. Otra mujer, envuelta por completo en vendas, también mira en diagonal, pero en dirección opuesta, al cielo de las santas mujeres, hacia el que se elevan algunas figuras que ya carecen de peso.

Resucitados 23Abajo, a la izquierda, un hombre sale a rastras del sepulcro, mientras otra figura levanta la pesada lápida de piedra que la aprisionaba. Encima, cuatro personas se reúnen alrededor de un monje tonsurado, vestido de color violáceo, que con ademán protector extiende la mano izquierda sobre una monja que está saliendo del sepulcro, al tiempo que eleva la derecha en un gesto de invocación. La vestimenta violácea de la penitencia nos lo presenta como un confesor alrededor del cual se reúnen los penitentes resucitados. Hay quien ha visto en esta figura al poeta Virgilio, el cual, como en la Divina Comedia de Dante, guía a las almas hacia el Paraíso. Em cualquier caso, este sacerdote, que no aparece en anteriores escenas de Juicio Final, lleva a cabo el rito de la imposición de manos, una forma de bendición que se utiliza en el Bautismo, la Confirmación y la Extremaunción, sacramentos de la mayor importancia en el Juicio Final; como encarnación de la Iglesia, transmite la gracia divina mediante el gesto de su mano derecha al ánima amortajada que se despierta frente a él, mientras con la izquierda indica el camino que conduce a Cristo e inicia el movimiento de energía espiritual ascendente que estructura visualmente el subgrupo justo en el lugar donde se unen las dos diagonales opuestas. El ánima que sale de su tumba y se abraza a los pies del clérigo muestra cómo la piedad debe añadirse a la fe para que tengan efecto los beneficios salvíficos de los sacramentos, que el sacerdote dispensa. Es de destacar que a este clérigo se le representa como si ya hubiera resucitado o, más probable aún, estuviera todavía vivo en el momento del Juicio

Junto al anterior, otro grupo de personas resucitan y dirigen sus miradas oblicuamente hacia arriba. La figura principal de este grupo compuesto por seis personas, probablemente una mujer, extiende la mano hacia el ángel de la penitencia en busca de ayuda. Por encima de este grupo, un hombre completamente desnudo mira angustiadamente hacia la derecha, acongojado ante el esfuerzo realizado por los dos ángeles que, como ya hemos dicho, intentan arrancar a un resucitado de las manos del diablo.

Otro individuo, despertando de entre los muertos, todavía yace tendido como si durmiera, aunque ya dirige su mirada hacia lo alto. Detrás de él, con el sudario todavía puesto y empezando a resucitar, aparecen dos esqueletos que parecen dirigir sus órbitas vacías hacia los ángeles que tocan las trompetas. Miguel Ángel pintó en el horizonte una franja azul igual a la que figura en el fresco de la Creación de Adán. También de aquella lejanía azul emergen dos seres humanos, uno de los cuales asciende al cielo con los brazos en alto.

El rostro de un monje envuelto en una vestidura gris oscuro mira al cielo desde su capucha, elevándose ya, por encima de la línea del horizonte, en el azul de la bóveda celestial. Los que se encuentran detrás de él, a la izquierda, toman el vuelo apenas salidos del sepulcro y, como otros muchos de los que están resucitando, se hallan envueltos por lienzos de lino de tono blanco agrisado. Si exceptuamos al confesor que se encuentra en el extremo izquierdo, ninguno de ellos lleva una indumentaria coloreada. Esto remite una vez más al significado de los colores de las vestimentas, que aluden a las respectivas virtudes ejercidas por los hombres a lo largo de su vida terrenal y conservadas por los ángeles para cuando llegue el momento de la resurrección.

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