La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Simbolismo de la circuncisión del hijo de Moisés

El regreso de Moisés a Egipto desde Madián fue representado por Perugino en el compartimiento contiguo de la derecha que precede el fresco de la zarza ardiente. Este episodio de la vida de Moisés raramente se ha representa­do; sólo existen algunas ilustraciones bizantinas y occiden­tales en las Biblias de la época medieval y éste es el único ejemplo de gran pintura mural que lo ha representado

El autor de la Expositio se pregunta por qué el Señor, que todo lo puede, no mató a Moisés. Entra así en juego el sentido espiritual, ya que en Moi­sés se representa a todos los «apóstoles de la fe» y a los predicadores que no quisieron imponer a los paganos los más rígidos mandamientos de Cristo. La piedra encarna a Cristo y su filo cortante nos remite a los duros manda­mientos del Evangelio. Séfora es la Iglesia, y, según la Ex­positio, no es a él a quien Séfora se refiere cuando dice «esposo de sangre», sino al hijo.

El esposo de la Iglesia si­gue siendo Cristo. «Ella lo define como esposo de sangre porque ha sido salvada por medio de la sangre de Cristo. Por consiguiente, después de la circuncisión de sus vicios y de haber cumplido su vida con obras buenas, a los hijos de la Iglesia ya no se les llama hijos, sino esposos, porque en el cielo están unidos con aquel al que en la tierra se le llama, y es realmente, el Esposo».

Existen otras interpretaciones alegóricas de este pasaje del Éxodo  que pueden haber influido en el planteamiento del fresco del Perugino. Hugo de San Víctor, teólogo parisiense del siglo XII, conocido por los franciscanos y también por Sixto IV, habla de Séfora en su Homilía XXXXIX sobre la circuncisión del Señor: «Séfora circuncida a su primogénito muy tarde, por lo que cabe temer que el Señor venga y lo mate. Séfora es la Iglesia; su primogénito, el clero; su segundo hijo, el pueblo; la piedra es la fe cristiana, y el esposo de sangre es Cristo» que no ha venido para traer la paz a la tierra, sino la espa­da». En el fresco de Perugino ambos niños se levantan un poco su camisita con la mano derecha, lo cual alude se­guramente a su buena disposición para ser circuncidados, mientras a la derecha, en primer plano, vemos a Séfora circuncidando al más joven. El primogénito, situado al lado de Moisés, ya se halla preparado y observa pensativo el desarrollo de la circuncisión.

No existe ningún otro pasaje en que a propósito de la circuncisión se hable de un hijo más joven y de otro mayor de Séfora. Ciertamente, Perugino ha interpretado el pensamiento de Hugo de San Víctor según el cual Séfora, o sea la Iglesia, circuncida más tarde a su primogénito para eximir al clero y someter an­tes al pueblo de los laicos a su severa disciplina. Segura­mente, el pintor no llegó por sí solo a tal interpretación, debió de ilustrarle al respecto un teólogo conocedor del citado pasaje de la homilía de Hugo de San Víctor. La mención del esposo de sangre constituye el motivo por el que el fresco se encuentra en la pared derecha de la capi­lla, detrás del trono papal.

A este respecto, Pietro Galatino nos dice que debemos considerar al Papa como el esposo de toda la Iglesia, por ser el representante de Cristo. En el fresco contiguo, situado a la iz­quierda y debido a Botticelli, Moisés nos remite al Papa por su cometido de pastor. Después de la fuga de Egipto, Moisés se ha convertido en yerno de Ragüel, al que en la Sylva Allegoriarum se le llama «pastor de Dios». En la pintura de Perugino, los pastores que aparecen en el fon­do a la izquierda están bailando y no parecen preocuparse en exceso por sus rebaños.

En un segundo plano vemos a Moisés despidiéndose de su suegro. En la Sylva Allegoriarum se dice que este gesto re­mite al momento en que Dios envía a su Hijo con el fin de encarnarse y convertirse en hombre. También tienen un significado alegórico todos los demás detalles: los dos dromedarios, el perro, las aves volando, la palmera y el ce­dro. Conviene tener en cuenta que un detalle raras veces es ca­sual. Cualquier objeto representado constituye la palabra de un lenguaje que actualmente nos valdría la pena aprender para interpretar el significado de estas pinturas murales.

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