La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

La Serpiente de Bronce

Núm. 21, 8: “Y dijo Yahveh a Moisés: ‘Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.’ “

“Jamás más bella y divina (…) ha sido la historia de las Serpientes de Moisés, situada sobre el lado izquierdo del altar; en ella se ve la matanza ocasionada por la llegada de las serpientes, con su punzar y morder, así como la de bronce que Moisés puso sobre el madero”

“…donde se ve al atroz veneno provocar la muerte de miedo y espasmo de muchos, ligándose a sus piernas y brazos de modo que no se puedan mover; sin las bellísimas cabezas que gritan, y volcadas se desesperan…”

“Son también un bello ejemplo de pintura los que, mirando a la serpiente, sienten que su dolor se alivia y que se les devuelve la vida, lo que hace que la miren de nuevo con grandísimo afecto; entre ellos se ve una mujer sostenida por uno en modo tal que ha sido plasmada no solamente la ayuda recibida, sino también la necesidad de esta ayuda, en ese momento de miedo repentino por las mordeduras de las serpientes.” (Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel Buonarroti, florentino, 1568).

El pueblo de Israel, desanimado por la fatiga del largo peregrinaje en el desierto hacia la Tierra Prometida, empezó a murmurar “contra Dios y contra Moisés”. El Señor, desilusionado por la infidelidad demostrada, decide castigarlo enviando a unas serpientes cuya mordedura es mortal.

Arrepentidos y sabedores del pecado, los israelitas pidieron a Moisés que intercediera para que Dios les perdonase y salvase, Moisés, entonces, enlazó sobre un asta a una serpiente de bronce que bastaba mirar para curarse. La imagen de la serpiente sobre el asta es un símbolo evidente de la cruz de Cristo, y Miguel Ángel estructura la escena resaltando la distinta suerte reservada a quien tiene fe y mira a la serpiente, de quien, por el contrario, no la tiene.

En el último fresco de la trompa, situado a la derecha, encima de la pared detrás del altar, Miguel Ángel pintó lo que se narra en el libro de los Números (Nm 21,9), don­de se describe cómo el pueblo de Dios se salvó mirando fijamente a la serpiente de bronce (il. 62). Es suficiente una ligera mirada para darnos cuenta de que junto a la serpiente amarilla enroscada al palo se retuercen en el aire unas serpientes de color verde brillante dispuestas a atacar a los atormentados hebreos.

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