La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Los tapices de Rafael

A Julio II lo sucedió un papa de temperamento, carácter y educación muy distintos. León X había sido en el mundo Giovanni de’ Medici, hijo de Lorenzo, y las experiencias de su vida habían hecho de él un hombre paciente y culto. Compartía con Julio una prioridad, la afirmación de la majestad papal, pero tenía un mayor respeto por la convención y por razones muy positivas no habría sido probablemente el hombre apropiado para demoler el viejo San Pedro y empezar una nueva basílica. Sin embargo, esta empresa grande y aparentemente interminable era uno de los problemas que tenía que afrontar, y con él el hecho de que todavía las principales ceremonias mayores del calendario se realizaban en la Capilla Sixtina.  Sixto siempre tuvo la intención de que su capilla, como las que la precedieron, fuera adornada con tapices en las grandes ocasiones, y parece que en realidad proporcionó algunos. Pero León fue el primero en ordenar un conjunto de tapicerías que en primer lugar se quería que “coincidiera” con las realidades arquitectónicas del lugar y, en segundo lugar, fuera figurativo y por lo tanto complementara aún más el contenido histórico y simbólico de la decoración de la Sixtina. El sentido de la historia y de la propiedad de León se habrían sentido atraídos por el hecho de que este cometido fuera una recreación de las grandes donaciones a las basílicas romanas hechas por los papas carolingios León III y León IV; pero nadie podía ignorar que estas tapicerías, incluido el regalo reciente de Nicolás V a San Pedro, eran apropiadas sólo para basílicas, y que esta serie expresaba el nuevo status de la capilla. El encargo puede haber sido también una crítica al equilibrio vertical que era el resultado de la intervención de Julio y Miguel Ángel; lo cierto es que su efecto era el de restablecer el equilibrio.

En 1515 se hizo el encargo a Rafael y en dos años había diseñado y pintado diez grandes cartones -dibujos grandes coloreados con acuarela -, que fueron despachados a Bruselas para su tejido (en Londres se conservan siete cartones). Para el artista este era un proyecto prioritario, no sólo por la importancia suprema del lugar sino también porque lo ponía en confrontación directa con Miguel Ángel. Aquí hizo una contribución a la tradición de la historia de la pintura, más significativa en algunos aspectos -para artistas como Rubens y Poussin- que la de los frescos de la Stanze. El taller de Pieter van Aelst en Bruselas representaba la mayor calidad existente en tapicería y podía trabajar con los mejores tintes e hilos de plata y oro; pero la técnica que se usaba entonces implicaba que en el tejido se invertía el diseño. Por lo tanto, Rafael tuvo que pensar -con esa peculiar claridad que lo distinguía- en las precisas relaciones visuales con la decoración existente que resultarían más apropiadas para crear una nueva unidad. Los resultados fueron visibles, al menos en parte, antes de su muerte en 1520, porque a fines de 1519 se entregaron y colgaron en la Capilla siete tapices; antes de la muerte de León, en 1521, se habían entregado los diez.

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