Ezequiel
«Dios es mi fuerza»
“El hombre me dijo: «Hijo de hombre, mira bien, escucha atentamente y presta atención a todo lo que te voy a mostrar, porque has sido traído aquí para que yo te lo muestre. Comunica a la casa de Israel todo lo que vas a ver».” (Ez 40, 4)
“… es el profeta Ezequiel, anciano, que tiene una gracia y movimiento bellísimos y que, vestido con un denso ropaje, tiene en la mano un pliego de profecías mientras, con la otra alzada, gira la cabeza como para decir cosas importantes y grandes…” (Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel Buonarroti, florentino, 1568).
Ezequiel es el sacerdote cuya profecía se refiere al templo del Señor.Este profeta se cubre la cabeza y los hombros con el tallit, especie de chal que se ponen los hebreos para orar. Una de las dos figuras de niños que le acompañan, cubierta por un manto verde claro que le cuelga de los hombros y se agita al viento, señala hacia lo alto con ambas manos. Parece rozar al falso atlante de la izquierda y, al mismo tiempo, mirar a Ezequiel como si pretendiera inspirarle. Es un espíritu quien le guía, el mismo hacia quien el anciano se gira en actitud de pregunta, mostrándole primero el templo corrompido por el pecado, y por esto abandonado por Dios, y después la edificación del futuro templo, donde el Eterno volverá a habitar, y del cual brotará un río fecundo y milagroso.
Ezequiel explicó a los sufrientes judíos que al final acabarían recuperando Jerusalén y construirían allí el Tercer Templo Sagrado.