El Sacrificio de Noé
Gén 8, 20-21: “ Noé construyó un altar a Yahveh, y tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar. Al aspirar Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho».”
El tercer sector de la bóveda presenta el sacrificio efectuado por la familia de Noé salvada del diluvio, sacrificio oficiado por los tres hijos y sus respectivas mujeres. El patriarca está de pie delante del arca y detrás del altar, acompañado por su esposa y una de las nueras, que está encendiendo el fuego para el sacrificio. Al igual que su esposa, Noé apoya una mano encima del altar. La mujer, representada de perfil, se inclina hacia su esposo y le mira el rostro desde muy cerca. Noé, en cambio, mira hacia abajo, en dirección al fuego del sacrificio, y señala el cielo con el dedo. Su blanca y larga barba evidencia su edad.
Esta escena ha sido siempre causa de problemas de interpretación, pues el sacrificio que Noé rinde al Señor por haber sido salvado del Diluvio tiene lugar después de que éste haya cesado, mientras que aquí la escena ha sido situada después de la Embriaguez del patriarca. Parece probable, entonces, que Miguel Ángel haya falsificado el orden de la narración bíblica para favorecer la lectura cristológica de estos tres episodios de Noé, siguiendo el recorrido inverso. De este modo, si la Embriaguez es la imagen de la Encarnación y el Diluvio lo es del Bautismo, esta escena simboliza el sacrificio de Jesús inmolado ante el altar. Los dos sirvientes de la izquierda, en primer plano, son fruto de una refección realizada por el pintor Domenico Carnevali en la segunda mitad del siglo XVI, tras la caída de una parte del revoque.