La Creación de Eva
“Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.” (Gén 2, 21-22)
“A través del pincel de este ingeniosísimo artífice, conocemos claramente la diferencia entre sueño y vigilia, y cuan estable y firme puede aparecer, desde el punto de vista humano, la majestad divina.”(Giorgio Vasari, Vida de Miguel Ángel Buonarroti, florentino).
“… la cual, con las manos juntas y tendidas hacia Dios, inclinada en dulce actitud, parece que le esté dando las gracias mientras Él la bendice.” (Condivi, Vida de Miguel Ángel Buonarroti)
Miguel Ángel pintó la escena en que Dios forma a Eva de la costilla de Adán exactamente en el centro de la bóveda de la Sixtina, en uno de los cinco sectores más pequeños. Adán está durmiendo, apoyado en una cepa desnuda, y Eva, que ya ha salido del costado de Adán, con las manos juntas, como si rezara, se vuelve hacia el Creador, que, con el brazo derecho, parece invitarla a la existencia. Toda la escena gravita alrededor de este gesto de Dios que con la mano invita a Eva a separarse, dividiéndose, del cuerpo de Adán, profundamente dormido. Las manos de la primera mujer, juntas y extendidas en un gesto de maravilla por su primer instante de vida, el cuerpo inclinado en actitud de adoración, ponen en evidencia la total gratuidad del gesto de Dios, el que crea solamente por amor, y el carácter sagrado de la vida, sobre la cual sólo Dios puede decidir. Resalta la maestría con la que los tres personajes han sido representados según las características que les son propias: el sueño inconsciente de Adán, la gracia y el gesto como de agradecimiento de Eva, y la firmeza y majestuosidad del Dios creador. Simbólicamente, este episodio parece aludir al nacimiento de la Iglesia, de la sangre derramada por el costado de Cristo crucificado.