La Capilla Sixtina

«Santuario de la teología del cuerpo humano» (Juan Pablo II)

Los Profetas

Si se toma en consideración el principio compositivo aplicado a todos los profetas y sibilas, veremos que las figuras sentadas en un trono se ven flanqueadas por otras dos más pequeñas, casi siempre desnudas. Además, debajo del pedestal del trono, exceptuando el de Zacarías, Miguel Ángel pintó a un muchacho desnudo, de pie, que sostiene por encima de su cabeza un recuadro donde aparece escrito el nombre del personaje correspondiente. Debajo de la figura del profeta Zacarías, situada junto a la entrada, se encuentra el escudo del papa Sixto IV, que se remonta a los tiempos de dicho pontífice, y el muchacho que debería sostener el recuadro con el nombre de Jonás, en la parte superior de la pared de detrás del altar, fue sacrificado para poder realizar el Juicio Final.

Cada una de las semipilastras que sostienen la falsa comisa forman una especie de costado para el trono y las adornan una pareja de niños desnudos, casi siempre de ambos sexos, formando una falsa escultura marmórea, con función estética, cual atlantes destinados a sostener la cornisa. Además, dichas parejas, caracterizadas sexualmente, están en correlación con la temática «esposo-esposa» de la capilla.

Deberíamos preguntarnos el significado de las figuras que vemos detrás del trono de las sibilas y los profetas. La clave interpretativa de estas figuras, cuya cabeza casi siempre está a la misma altura que las de los profetas y sibilas, posiblemente deba buscarse en una especulación psicológica acerca de la Trinidad.

La doctrina desarrollada por san Agustín en De Trinitate afirma que no puede existir mejor imagen de Dios que el alma humana, puesto que Dios es puro espíritu. Dios es uno y trino a un mismo tiempo, y el alma del hombre es totalmente espíritu y es una. Pero así como Dios es Padre, Hijo y Espíritu, también en el alma se encuentran tres facultades distintas: memoria, intelecto y voluntad. Y de la misma forma que en la Trinidad todo tiene su origen en el Padre, es decir, el Hijo y el Espíritu, así toda acción humana tiene su origen en la memoria, y en primer lugar los actos totalmente espirituales, como son los del intelecto y la voluntad. Así como el Hijo procede sólo del Padre, y el Espíritu del Padre y del Hijo, el intelecto procede de la memoria, y la voluntad, de la memoria y del intelecto. Por lo tanto, uno no procede de ningún otro, otro lo hace del primero, y un tercero, del primero y del segundo. Gioacchino da Fiore basa todo su sistema en esta estructura trinitaria. En Florencia, Miguel Ángel tuvo la posibilidad de conocer este sistema trinitario a través de los sermones de Savonarola. En la Roma de su tiempo, fue el franciscano Pietro Galatino quien más se interesó por Gioacchino da Fiore.

En la Roma del primer decenio del siglo XVI, la reflexión teológica respecto a la Trinidad la llevó a cabo sobre todo Egidio de Viterbo, monje agustino que en sus lecciones y sermones incluso la adaptó a personajes de la mitología pagana, como por ejemplo Juno, Minerva y Venus, las tres diosas del juicio de París. Tras estas sencillas y fundamentales consideraciones acerca de la teología trinitaria de san Agustín, y la posibilidad de que Miguel Ángel las conociera, pondremos de nuevo nuestra atención en las sibilas y los profetas. Una de las dos figuras que los acompañan está siempre detrás y suele tener la espalda dirigida hacia la pared de mármol que se ve al fondo del trono. La otra, que a veces es un profeta -por ejemplo, Daniel-, siempre mantiene una estrecha relación con la primera, como si procediera de ella; la tercera figura, que procede de las otras dos, casi siempre es una sibila, aunque algunas veces la sustituye un profeta, como por ejemplo Zacarías. Si analizamos cada profeta y cada sibila junto con las dos figuras que los acompañan, de acuerdo con el esquema trinitario que acabamos de exponer, veremos que no sólo se perfila una modalidad de representación psicológica, desconocida en el arte hasta aquel momento, sino también unas posibilidades expresivas de naturaleza teológica que permitieron a Miguel Ángel establecer una rica diferenciación de los distintos portadores de la Revelación. Sólo así nuestras consideraciones y observaciones empleadas en la descripción de los distintos frescos de profetas y sibilas nos permitirán comprender su contenido ilustrado en su plenitud.

· Zacarías

· Joel

· Isaías

· Ezequiel

· Daniel

· Jeremías

· Jonás

· La interpretación Judía

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